Después dijo buenas tardes, y eso lo podemos dejar pasar, pero sus actitudes y su falla monumental a la hora de comunicarse, no.
Estos no son tiempos para improvisar y comenzar a disparar a ciegas. En tiempos de crisis necesitamos de las mejores personas que puedan aportar a esta emergencia educativa. Y digo emergencia porque en el Paraguay, la clase dirigente (!???) le tiene un miedo atroz a la palabra REFORMA. Piensan angá que se van a quedar sin sus zoquetes y privilegios, aunque en realidad, la ciudadanía solo tiene la perversa fantasía de verlos trabajar, y que no ganen salarios obscenos.
Pero bueno, errores aparte, se anunció ayer la postergación de clases presenciales hasta el mes de diciembre como una medida para prevenir la propagación del Covid-19.
Por el momento hay mucha confusión, hay más preguntas que respuestas, y hay mucha preocupación, porque mientras se habla de tareas escolares vía WhatsApp los niños pobres tienen hambre.
La postergación de las clases es una medida razonable, y no creo que haya quien lo dude, el problema es qué se va a hacer mientras...
Para perfilar ese plan y cómo se va a implementar es que urge convocar no solo a todo el mundo, sino a los mejores. En el país hay muchos que entienden bien el tema educación.
Este es quizás, además de los respiradores y lavarse las manos, el tema más importante de nuestras vidas, y no da para improvisar, lo cual le obliga al gobierno a ser más abierto y más participativo.
Necesitamos que en primer lugar depongan un poco aunque sea su actitud autoritaria, que recuerden que no somos soldaditos y que a pesar de la pandemia seguimos en democracia. No les culpamos de la pandemia y del coronavirus, sino de la deplorable gestión, al menos en el ámbito educativo.
Igual que en Salud, las deudas históricas del Estado son enormes con la Educación. Petta es un ministro más, y posiblemente no tenga la culpa de todo lo que no se hizo, pero ahora tenemos la oportunidad histórica de hacer algo bien y él no tiene la formación ni la actitud para este desafío. Sin mencionar que no gestiona adecuadamente la comunicación. Da muchas vueltas, y entre tanta retórica inútil la información importante se pierde en su enmarañado discurso.
El presidente Mario Abdo anunció cuando asumió el cargo que la educación iba a ser considerada una “causa nacional”. Nos emocionamos y le creímos.
Sin embargo, esto nunca sucedió, y ahora entramos de lleno a una crisis que hace tambalear a países bien organizados.
Paraguay invierte apenas el 3,7 del PIB en educación, cuando la Unesco recomienda el 7%. Falta mucha inversión y falta también honestidad y compromiso de toda la sociedad.
En nuestro país todavía caen los techos de las escuelas sobre las cabezas de los estudiantes, y la calidad de la educación es muy mala.
Pero hay que entender bien que nuestra educación es desastrosa no por mala suerte ni porque el infortunio se enamoró del Paraguay. Estamos en esta situación por la mala gestión de los sucesivos gobiernos, por la falta de políticas públicas, por la falta de inversión y por la corrupción.
Si no aprovechamos esta oportunidad, nunca más vamos a poder construir un país un poco más justo. Con una salud pública que alcance a todos los ciudadanos.
Un país en el que niños y jóvenes puedan estudiar en circunstancias de igualdad: que no vayan con hambre, enfermos y descalzos a la escuela, que no caigan techos ni aprendan bajo un árbol; y que estudiar en una institución pública asegure tan buena formación como estudiar en el colegio privado más exclusivo. La educación es un derecho y ya no debe ser nunca más un privilegio.