No hubo argumento alguno que lograra convencer al oficialismo cartista de la Cámara de Senadores respecto a la necesidad e importancia de un debate con profesionales y con la sociedad toda. Se impuso pues el criterio de una mayoría que desoyó incluso cuestionamientos de peso de las sociedades científicas de nuestro país.
Los impulsores de la Ley Hambre Cero no previeron, sin embargo, las reacciones de un segmento de la población que estaría afectado por sus decisiones: los estudiantes secundarios y universitarios. Es así que desde la pasada semana comenzaron a escucharse inspiradas voces que no solamente cuestionaban la creación de Fonae así como dejar tantos programas sin financiación asegurada, sino que además comenzaron a revelar la realidad que padecen los jóvenes paraguayos que quieren estudiar y formarse.
Una de esas expresiones vino desde el Norte del país, de parte de una estudiante de un colegio público de San Pedro, quien en el programa periodístico Políticamente Yncorrecto, de Telefuturo, presentó una radiografía exacta de las dificultades y obstáculos que sortean los jóvenes para poder aprender.
Inesperadamente, Hambre Cero logró poner en el centro de la conversación mediática y ciudadana la situación de muchos centros educativos públicos del país, en donde los estudiantes reciben su educación en medio de precariedades y de peligrosas infraestructuras.
Otra de las consecuencias de la tan rápida e inconsulta aprobación de una ley que dejaba desfinanciados tantos programas es la reacción que estamos observando de parte de los estudiantes universitarios de la Universidad Nacional.
Poco antes de aprobar con su mayoría en el Senado, los parlamentarios decidieron ignorar los pedidos de los estudiantes universitarios de blindar el presupuesto que asegura la continuidad del programa Arancel Cero para la educación superior. Inicialmente, Arancel Cero también quedaba desfinanciado, como otros importantes proyectos como la salud mental y la investigación. No obstante, y quizá con la intención de no agitar las aguas, los diputados introdujeron modificaciones y por eso el programa de gratuidad en la educación superior pasó a depender de Fuente 10 de los Recursos del Tesoros, de los impuestos.
La sordera de la clase política es la razón de que hoy los estudiantes estén movilizados y reclamando ser escuchados por sus representantes. Como bien lo hicieron durante una audiencia pública que, sin duda, debió haber sido convocada mucho antes de la aprobación de la ley.
En esta reunión abundaron los argumentos y sobre todo, causó buena impresión la claridad de los estudiantes para exponer sus críticas, con contenido, con datos y con respeto, un nivel de debate que hace tiempo no se escuchaba en dicho recinto.
Una democracia real no se consolida con actitudes autoritarias, la voz de la ciudadanía debe ser tenida en cuenta, por eso autoridades electas y funcionarios deben oír la voz de los jóvenes, especialmente cuando estas son críticas y reclaman la solución de problemas sociales acuciantes. Asimismo debe tomar nota del alto nivel de descontento, la escasa credibilidad y la poca confianza que concita.