Un video que fue grabado por una persona que estaba cerca muestra los últimos minutos de la vida de Floyd. Murió asfixiado debajo de las rodillas del policía; y no es el primer negro asesinado por un policía en aquel país. Pero esta vez la indignación estalló y se extendió por el país y el mundo.
La Policía había detenido a George Floyd por la sospecha de intentar usar un billete falso de 20 dólares en un supermercado. A George Floyd lo asesinaron por 20 dólares y porque era negro.
Imaginá que te maltratan y discriminan todos los días de tu vida y, al final, te matan, pero nunca conseguís justicia por el color de tu piel. Es indignante y razón de más para salir a romper todo. Es por eso que en estos días no se aplacan las protestas en aquel país, autodesignado árbitro de la democracia planetaria.
En este rincón del mundo llamado Paraguay, tan lejos de Dios y tan cerca de Bolsonaro, también tenemos una Policía prepotente y troglodita. Que hace unos días hirió a un niño de 6 años en medio de una persecución y un tiroteo.
El papá del niño no era del Comando Vermelho ni del Epepé ni trafica cigarrillos. El papá del niño solo quiso evitar una barrera de policías, porque todos sabemos lo que a veces pasa en una barrera, prepotencia, pedidos de coimas, etc. Quizá no le dio ganas de discutir y pagar una coima, entonces dio la vuelta y ahí la policía lo persiguió; le pegaron algunos tiros y ahora su hijo de 6 años está luchando por su vida. Es muy terrible, pero no es el primer caso de brutalidad policial.
En abril del año pasado, en Areguá, dos mujeres acompañadas de varios niños iban en un transporte escolar, hasta que comenzaron a ser perseguidas por policías que iban en un auto particular. Las señoras creyeron que les querían robar y aceleraron; entonces los polis comenzaron a disparar: Una nena de 8 años recibió tres impactos de bala.
En el 2016, en medio de un operativo antidrogas en la ciudad de Nueva Italia, agentes de la Senad balearon la camioneta de una familia. Viviana Paredes Zanotti, de 3 años, iba en esa camioneta, recibió un disparo en la cabeza y falleció. Los policías dijeron que se equivocaron.
En el 2016, Richard Pereira, de 25 años, tuvo su funesto encuentro con la policía. Cuando iba a su casa comenzó a ser perseguido por una patrullera; cuando finalmente se detuvo uno de los policías le puso de rodillas y le disparó. Después le plantaron droga en el auto para justificar la salvajada que habían hecho. Este es uno de los pocos casos en que los culpables recibieron condena. Richard quedó parapléjico.
Hace más de 30 años, un ministro de Educación de Stroessner, el dictador, para justificar una represión dijo que “la calle es de la Policía”. Y sabemos que lo era.
Aquellos policías de Stroessner eran malos de verdad, salvajes, brutales con los que se manifestaban en contra de la dictadura pidiendo libertades y respeto a los derechos. Entre las cuatro paredes de las celdas de Investigaciones y la Tercera eran todavía peores cuando torturaban a obreros, campesinos, estudiantes, opositores del régimen. Y fueron aún peores cuando hicieron desaparecer a miles de paraguayos.
La democracia cambió algunas cosas, pero no tanto. El carné de policía sigue representando una licencia para matar; mientras la impunidad de los bárbaros y nuestra indiferencia alimentan el círculo vicioso.
Miramos al cielo, rezamos y esperamos no ser los siguientes en la lista de perseguidos y baleados por un grupo de policías bandidos que raras veces serán juzgados.
Nadie sale a las calles a protestar, a exigir el cese de la violencia, a pedir un poco de justicia, y así, nuestras calles siguen siendo de la Policía.