El terrible crimen ocurrió el 27 de julio de 1915. Murieron los esposos Juan Lorenzo Gadín y Emma Lacour de Gadín, ambos franceses, quienes llegaron a nuestro país en julio de 1912. Todo es relatado por Juan Marcos González García y Atilio Fernández Celauro, en su libro El último fusilamiento judicial en Paraguay.
Según dicen, Gadín se enamoró de Ana Mayeregger, con quien pretendió casarse. Se especuló que el móvil del crimen fue heredar la fortuna del matrimonio. Otros dicen que fue por el hartazgo de los maltratos.
En la madrugada del ese día, el ex peón Cipriano León mató a hachazos a los esposos, por instrucciones de Gadín, con promesa de pago por el parricidio. Tras las investigaciones, y el hallazgo de una carta de su novia, todo se descubrió y ambos fueron aprehendidos.
Ambos fueron juzgados y condenados por un tribunal de jurados, influenciados por la opinión pública, arengada por la prensa, que exigió el fusilamiento de los asesinos. Gadín había nacido el 4 de junio de 1897, por lo que tenía 18 años.
El Código Penal que regía indicaba que a los menores de 22 años no se le impondrá la pena de muerte, sino que le debía ser conmutada por 30 años de penitenciaría. Esto fue ignorado por el jurado por la presión de la sociedad, y lo fusilaron. Por eso, el libro dice que el acto fue ilegal.
A qué viene recordar a Gadín y León. Es que hace unos días, un respetable jurista recomendó a la Comisión Nacional para la Reforma del Sistema Penal y Penitenciario que haya juicios por jurados como manera de contrarrestar la falta de independencia judicial. Disiento respetuosamente.
Según dice, para miembros deben elegir 18 personas, 9 hombres y 9 mujeres, de las cuales, 12 titulares (6 hombres y 6 mujeres) y 6 suplentes, mitad y mitad de cada sexo. Ellos deberán determinar si existió o no el hecho, y si el acusado es o no culpable. El juez solo aplicará la pena. Para que haya condena, el voto debe ser unánime.
Sin embargo, pese a que en nuestro país ya se realizaron juicios por jurados entre 1874 y 1942, justamente el argumento para establecer que los juzgamientos se hagan ante tres jueces de Derecho, es que la ciudadanía aún no estaba preparada.
El tiempo que llevará designar a los que integrarán el jurado, sumado a lo difícil que será que se pongan de acuerdo, es un punto a tener en cuenta. Para mí, lo peor es que ellos no deberán argumentar por qué decidieron la condena al acusado, solo votar si es culpable o inocente. Con nuestra ley actual, mal o bien, los jueces deben fundar cuáles fueron las pruebas que los llevaron a dictar una sentencia condenatoria.
A esto se suma que en una sociedad bastante dividida, donde los ánimos se parcializan por cualquier cosa, va a ser bastante difícil que los miembros del jurado no estén contaminados, y que no tengan prejuicios contra los acusados. Tampoco se respeta la presunción de inocencia, sino que se cree que para que haya justicia el acusado debe estar preso.
Según el jurista, los miembros incluso podrían ser gente que viva en la misma zona que el acusado. Y aquí es donde podrían ser más influenciables, en casos de políticos por ejemplo. La cuestión es que para tener jurados, creo que los miembros tendrían que tener grandes convicciones ciudadanas, profundo patriotismo y estar libres de prejuicios.
Pero en un país donde ensuciamos nuestros ríos y calles, donde destruimos señales y obras públicas, mal podría pedirse que juzgue a un ciudadano. Prefiero mal conocido, en este caso, que sigan los tribunales de Sentencia, por lo menos para que el enjuiciado sepa porqué lo condenan. La independencia judicial vendrá cuando no se dejen influir por políticos. Me parece lo más sensato.