En dos puntos de Asunción, lejos del barullo capitalino, se cultivan plantas desde la altura del corazón y escalando para arriba. En Casa Día, Bañado Tacumbú, y en Taita, en barrio Mburucuyá, los adultos mayores participan en actividades recreativas alrededor de jardines verticales que los invitan a moverse, recordar y crear. En estos espacios de helechos, suculentas y voces compartidas, la soledad se achica con Plantando propósito, Sembrando recuerdos, un proyecto que apuesta por la memoria y la dignidad a través de la naturaleza.
La idea nació de un duelo: la muerte de la abuela de José Gabriel Benítez, arquitecto paraguayo y cofundador de UpGreen Jardines Verticales, quien, desde Europa, tuvo que despedirse en soledad. “Fue un momento muy duro. Pero también fue un proceso revelador. Ella fue quien, desde chico, me enseñó a cuidar plantas. Su jardín era su forma de cuidar al mundo”, cuenta José.
Hoy, ese duelo se transformó en acción colectiva. Con apoyo de la Z Zurich Foundation, que financia el primer proyecto social de su tipo en Paraguay, Benítez creó un vivero terapéutico donde adultos mayores de comunidades vulnerables cultivan plantas, diseñan jardines verticales y comparten historias que se transforman en parte del paisaje. Pero no están solos; jóvenes de los barrios cercanos, contratados por UpGreen, producen los plantines, participan en talleres y sostienen una red donde lo económico, lo emocional y lo ambiental se entrelazan.
Este vivero comunitario no funciona bajo una lógica asistencialista –aclara Benítez–. Aquí nadie es solo un beneficiario. Todos son agentes de cambio. Cada persona que entra, aporta algo, y eso es lo que lo vuelve poderoso.
José no habla desde un escritorio. Habla desde la experiencia. Está por terminar el Erasmus Mundus Master in Impact Entrepreneurship (Emmie), una maestría europea que forma emprendedores con mirada crítica y corazón local. En nueve meses vivió en 18 países, compartió aulas con personas de culturas que nunca había imaginado y volvió con una certeza, que el liderazgo real consiste en ser un traductor, ‘‘alguien que sepa conectar los grandes objetivos globales con las realidades locales. Yo quiero ser ese traductor para Paraguay”.
Y en parte ya lo es. Su paso por One Young World, en Montreal, lo confirmó. Representó a Paraguay en este evento global de líderes jóvenes y descubrió algo que cambió su eje. “Me di cuenta de que, aunque siempre trabajé desde lo ambiental, en nuestro país las urgencias sociales son aún más profundas. No podemos hablar de sostenibilidad si no hablamos también de dignidad, de inclusión, de afectos”.
TERAPEÚTICO
Por eso, los Jardines Verticales de la Memoria son mucho más que una solución paisajística. En cada estructura verde, los adultos mayores dibujan, eligen plantas, recuerdan historias y vuelven a ser protagonistas de su propio relato. “Colorear los esquemas de nuestros jardines les permite sentir que están creando algo propio. Eso reduce la ansiedad, estimula la memoria y refuerza su autoestima”, explica Benítez.
La jardinería, como práctica, también es cuerpo. Manipular plantas, tierra y herramientas ayuda a mejorar la motricidad fina, estimula los sentidos y favorece la movilidad. ‘‘Pero el impacto más profundo va más allá de lo físico: está en lo emocional, en lo cognitivo’’, dice. Las plantas no solo se riegan. Se escuchan. En cada actividad comunitaria surgen historias: sobre un hijo que partió, una casa que ya no existe, una canción de infancia. En ese momento, cada maceta se convierte en una caja de resonancia de lo vivido.
UpGreen, la empresa social que José fundó antes de emigrar, ya tenía como misión transformar espacios urbanos con soluciones verdes. Pero ahora se expandió hacia algo más ambicioso. “Siempre supimos que la sostenibilidad no es solo ambiental, sino también social. Este proyecto refleja esa visión integral: no se trata solo de instalar jardines, sino de sembrar vínculos, memoria y comunidad.
Y es que en cada metro cuadrado cultivado, hay una filosofía que se construye despacio. José asegura que la justicia ambiental debe ir de la mano con la justicia social. ‘‘Cada metro de infraestructura verde debe reflejar cuidado, dignidad y responsabilidad compartida”.
A su regreso a Paraguay, José quiere más. No solo sostener el proyecto, sino escalarlo, replicarlo en otras comunidades vulnerables. Para eso planea tejer alianzas con proveedores que compartan la visión de impacto real y construir una red que supere el asistencialismo para apostar por el protagonismo. A mediano plazo, sueña con trabajar como consultor en sostenibilidad, canalizando fondos internacionales hacia iniciativas locales que hoy carecen de recursos, pero no de ideas.
‘‘Existen numerosos fondos internacionales para formar y empoderar a nuevos agentes de cambio; solo debemos actuar como puentes entre las comunidades locales de Paraguay y esas oportunidades de financiamiento global. Así, espero contribuir a la creación de soluciones locales con impacto global, fomentando un desarrollo inclusivo, resiliente y sostenible’’.