08 oct. 2025

Inversión en I&D

Al empezar el 2014, nos encontramos con una noticia que no tuvo tanta difusión como se merece, pero que puede ser considerada como realmente trascendente y estratégica para el desarrollo de nuestro país.

El Fondo de la Excelencia para la Educación –que forma parte del Fonacide– aprobó la utilización de 99 millones de dólares para el desarrollo de programas de fomento a la investigación científica en el Paraguay.

El proyecto en cuestión se denomina Prociencia, estará manejado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y tendrá una duración de 5 años.

En términos concretos, en los próximos cinco años estaremos prácticamente duplicando la inversión en Investigación y Desarrollo (I&D) que realiza anualmente nuestro país. Esta inversión es actualmente una de las más bajas de la región, llegando apenas a un 0,08 % de nuestro producto interno bruto, y solo países como Guatemala y El Salvador están por debajo de esos niveles.

De hecho, la región de América Latina invierte apenas alrededor del 0,7% en Investigación y Desarrollo, una tercera parte de los 2,4% de inversión en promedio de los países desarrollados. Algunos países como Brasil están haciendo un esfuerzo enorme para aumentar significativamente dicha inversión en los últimos años (ya están llegando al 1,2% actualmente), conscientes de que esto es absolutamente clave para no quedar rezagados en el concierto de las naciones.

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El problema de la baja inversión tiene que ver sin dudas con la pobre disponibilidad de recursos de nuestros Estados que se enfrentan a demandas urgentes de diferentes tipos. Pero probablemente también tiene que ver con una cuestión cultural y una creencia muy peligrosa.

Aquella que considera que la Investigación y Desarrollo es una cuestión casi de lujo, solo para los países ricos y que los países pobres con otro tipo de urgencias no pueden preocuparse tanto de estos temas. Es decir, que primero los países deberían volverse ricos para luego invertir más fuerte en I&D.

Sin embargo, ¡la causalidad es a la inversa! Es precisamente la capacidad de los países de generar e incrementar en forma sistemática el volumen de conocimientos y utilizar dichos conocimientos para la creación de nuevas aplicaciones y productos, lo que les permite volverse sociedades más desarrolladas.

Debería preocuparnos seriamente, por ejemplo, que según datos de la Dirección General de Propiedad Intelectual, en los últimos 10 años, solo hayan sido otorgadas 9 patentes a residentes en el Paraguay.

Otro problema importante se refiere al origen de este paupérrimo nivel de inversión en I&D en el Paraguay. El 82% proviene del Gobierno y la participación de las empresas privadas es ínfima, lo que compromete seriamente la capacidad futura del sector privado para volverse más competitivo. La innovación es clave para reducir la brecha tecnológica y adecuar las estructuras productivas a las exigencias de mayor intensidad en conocimientos y tecnología.

En nuestro país, el 66% de la inversión en Investigación y Desarrollo se destina a las Ciencias Agrarias, lo cual es muy pertinente considerando la estructura económica del Paraguay, que depende en gran medida del sector agropecuario.

Considerando que dicha estructura económica continuará por mucho tiempo aún, es una cuestión esencial aumentar los niveles de inversión en I&D en las ciencias agrarias. Más aún considerando que el desarrollo de dicho sector deberá provenir necesariamente del aumento de la productividad de manera a no afectar la sostenibilidad ambiental, y la propia realidad del cambio climático demandará al sector una nueva capacidad de adaptación.

Para todo esto se necesita investigar e innovar constantemente y ello implica inversión. El paso dado con la aprobación de este fondo es fundamental, pero no debemos perder la perspectiva de que aún estamos lejos de los niveles mínimos necesarios y debemos seguir aumentando sostenidamente los niveles de inversión en I&D.