06 dic. 2023

Insólita insurrección en el clero

¡Cómo se nota el cambio de arzobispo de Asunción! El cardenal Adalberto Martínez solicitó al rector de la Universidad Católica, Narciso Velázquez, algo que hubiera sido impensable en los tiempos del anterior prelado: La desvinculación de Cristian Kriskovich del plantel docente de la institución.

El motivo es conocido: El acoso sexual de este profesor a una alumna, convertido en el mayor escándalo de la Iglesia paraguaya –acusada de encubrimiento– en lo que va del siglo. El profesor Kriskovich, en ese entonces, representaba a la universidad en el Consejo de la Magistratura y era miembro del Jurado de Enjuiciamiento. Es decir, este buen señor controlaba tanto la puerta de entrada como la de salida del Poder Judicial.

Uno puede suponer que esa enorme influencia habrá tenido algo que ver con la procacidad de que, pese a enviar unos 1.600 mensajes del tipo “Quiero cogerte salvajemente contra la pared”, su celular no haya sido peritado y su intención haya sido catalogada como mero “galanteo”. La preservación de este poder tan intimidante explica el conato de rebelión eclesiástica que aquí le explico.

El rector Velázquez, con un lenguaje sinuosamente melifluo, interpretó la nota recibida como un simple pedido de informe sobre un caso ya resuelto y agregó que “por principio jurídico” ninguna persona puede ser juzgada dos veces por la misma causa.

En tono de desgano, dijo que verificaría el caso y que, en su momento, contestaría al cardenal. Es decir, lo trató como a un tonto que pide cosas imposibles de cumplir.

En dos palabras coloquiales, se hizo el ñembotavy y adelantó un vernáculo opareí.

Solo que hay un detalle molesto. Adalberto Martínez es el primer cardenal paraguayo y la Iglesia Católica es una institución jerárquica, tanto o más verticalista que la militar. Al ningunear la petición de su cardenal, Narciso Velázquez, no solo se olvidó olímpicamente de su voto de obediencia, sino expone a la Iglesia entera a profundizar un escándalo antiguo.

Veamos. La Universidad Católica fue erigida por la Santa Sede y no puede actuar como entidad independiente de la Iglesia.

Cuando el cardenal Martínez solicita la destitución de Cristian Kriskovich –decisión que la Conferencia Episcopal Paraguaya evadió en su momento– no espera que le den explicaciones técnicas. Está hablando en el plano moral y lo hace fundamentado en el Código de Derecho Canónico y en la ética católica. Es muy peregrino responderle con argumentos del derecho administrativo. Eso significa desconocer normas tradicionales de una institución más que milenaria.

Edgar Servín, asesor jurídico del Arzobispado de Asunción, en entrevista con la AM 730 expresó a título personal lo que muchos comentan en voz baja.

Desde hace más de una década existen corporaciones que se apropiaron de espacios de decisión dentro de la Universidad Católica. Este esquema de poder con extensiones en lo político, jurídico y eclesiástico ha alejado a la institución de sus fines fundacionales.

El insurrecto, Narciso Velázquez, ex administrador del ultra conservador monseñor Edmundo Valenzuela, protegerá a Kriskovich hasta donde pueda, aunque con ello arrastre a la casa de estudio a un mayor desprestigio. Hay demasiados intereses inconfesables en juego. Solo que la tarea de defenderlo es cada día más costosa.

La comunidad educativa, los sindicalistas de la universidad y un movimiento de profesionales católicos exigen que lo saquen del plantel docente. Kriskovich se convirtió en indefendible ante la opinión pública.

Es fácil adivinar cómo terminará esta crisis. Del mismo modo que viene ocurriendo hace dos mil años. Narciso perderá. Roma locuta, causa finita (Roma ha hablado, el caso está cerrado).

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