La información presentada evidencia que en Paraguay –y en gran parte de América Latina– el aumento de precios en alimentos ha superado ampliamente la inflación general, lo que tiene un impacto directo en el costo de vida, especialmente en los sectores de menores ingresos.
En nuestro país, en los últimos diez años, la inflación general fue del 50,6%, mientras que la inflación de alimentos superó el 80%, una de las más altas de la región. Entre los países con mayor inflación de Sudamérica se encuentran Argentina (9305,7%), Uruguay (107,4%), Colombia (106,4%), Brasil (83,3%) y Paraguay en quinto lugar (82,8%). Incluso, se observa que el aumento generalizado de los precios de los alimentos es mucho mayor que en la zona euro, donde se mantienen cifras más moderadas con una inflación general de 28,7% y 41,6% en alimentos.
Si bien la información proporcionada por el BCP es de la última década, el problema es más antiguo y puede remontarse incluso a dos décadas atrás. En el primer decenio del siglo XXI, de diez años, en siete, la inflación de alimentos superó el promedio general.
A pesar de que la autoridad monetaria señaló que el problema no es aislado, es preocupante la minimización que se hace del problema teniendo en cuenta el impacto negativo que tiene la capacidad adquisitiva de los ingresos laborales.
Paraguay es un país de bajos niveles de ingresos familiares. La pobreza afecta al 20% de la población y alrededor del 50% está fuera de la pobreza, pero es altamente vulnerable a caer en ella debido a la inflación, a un evento familiar de salud, a algún fenómeno climático que afecte sus medios de trabajo o su vivienda. Inclusive la clase media está expuesta a estos mismos problemas.
No es necesario recordar que gran parte de la población ocupada no cuenta con seguridad social, o seguro de desempleo y cuando envejece no tiene jubilación.
Todas estas condiciones, que afectan a alrededor del 65% de los trabajadores, hacen que las familias y los hogares sufran una permanente incertidumbre y no cuenten con mecanismos para ajustar sus presupuestos sin reducir su calidad de vida. Esto incluye la calidad de los alimentos. En contextos de inflación de alimentos, las familias terminan deteriorando la calidad de los alimentos que a su vez contribuye al deterioro de la salud nutricional.
Esta cadena de efectos negativos se verifica no solo en el frío porcentaje de inflación de alimentos, sino también en los índices de inseguridad alimentaria o nutricionales que muestran un progresivo empeoramiento a través de los años.
Es por eso que las expresiones de políticos y funcionarios públicos que minimizan el problema del aumento de precios de los alimentos o magnifican el bienestar de la población constituyen un claro indicador de la falta de compromiso con la realidad que viven los paraguayos; y explican la ausencia de políticas de producción de alimentos que ayuden a mitigar la inflación de alimentos. Y es inconcebible que un país que produce y exporta alimentos importe más alimentos.
Estos resultados son la peor expresión de la ausencia de políticas públicas dirigidas a garantizar la seguridad y soberanía alimentaria, lo que a su vez refleja la insensibilidad y falta de compromiso de autoridades políticas y funcionarios públicos. Es urgente que se tomen las medidas adecuadas con el propósito de garantizar alimentos sanos a precios justos para toda la población.