Durante el novenario de la Virgen de Caacupé, los mensajes de nuestros obispos examinaron de manera crítica la realidad social, política y económica del país y con fuertes cuestionamientos a la gestión del Gobierno.
Caacupé es desde hace décadas la tribuna fundamental desde la cual la Iglesia sienta postura sobre la lacerante realidad del país. Hasta la Basílica Menor de Caacupé llegan cada año los devotos, ya sea para agradecer a la virgen o a compartir con ella pesares, problemas o dificultades. Porque Caacupé es sinónimo de esperanza para los creyentes para los peregrinos la Virgen de Caacupé representa alivio y esperanza.
Precisamente, porque muchos de los problemas que afligen a los que peregrinan hasta Caacupé son la consecuencia de la indiferencia, la insensibilidad y los actos de la clase política y gobernante, es importante para los creyentes sentirse representados en las reflexiones de sus pastores.
En el inicio del novenario, el vicario de la Diócesis del Alto Chaco, Denis Antúnez, en su homilía cuestionó la imposición de la ex ministra de la Corte, Alicia Pucheta, como nueva integrante del Consejo de la Magistratura, preguntando si era necesario el atropello de la Constitución; recordó los hechos de violencia que afectan a la sociedad, los feminicidios y los asaltos a gran escala, y reclamó la falta de energía eléctrica, agua potable y caminos para las olvidadas poblaciones del Chaco.
“Estas son nuestras inquietudes y traemos a la oración aquí, a nuestra Madre, a la Virgen de Caacupé, para que interceda por nosotros, por nuestras autoridades, porque ella nos puede ayudar a salir victoriosos en los momentos difíciles que vivimos como familia, como sociedad, como nación paraguaya”, remarcó el vicario.
El presbítero Blas Arévalos, administrador apostólico de la Diócesis de Villarrica, por su parte, habló de la realidad de los indígenas, los más pobres entre los pobres a quienes Paraguay trata muy mal. ‘‘¿Y eso tiene que ser así?’’, se preguntó. ‘‘¿No nos podemos poner de acuerdo y ayudarlos, a nuestros hermanos, ñande ypykue para que lleven una vida digna?’’.
Una de las homilías más contundentes estuvo a cargo del cardenal Adalberto Martínez quien expuso a las autoridades “por el pecado grave” de la corrupción, recordó a los compatriotas que debieron migrar en busca de una vida mejor, e instó a los creyentes a reconocer “el rostro sufriente de Cristo” en los más vulnerables, los pobres, los excluidos y descartados de nuestra sociedad.
El cardenal enfatizó en la problemática de la tierra que obliga a las comunidades indígenas y familias campesinas a una migración forzada y denunció el atropello de sus derechos de techo y trabajo: Uno de cada cuatro paraguayos está en situación de pobreza y sin poder cubrir sus necesidades básicas.
En otro de los pasajes de su mensaje pidió mirar a nuestro alrededor y ver el rostro de Cristo en “tantos hermanos pequeños que ni siquiera son visibles que, aunque sean miles, como los pobres, generalmente jóvenes, que sobreviven hacinados en las cárceles del país” y expuso que en la cadena del tráfico de drogas las principales víctimas son los niños y jóvenes. El cardenal urgió a las autoridades nacionales a resolver el problema de las cárceles, que se convierten en simples depósitos de seres humanos, sin ninguna posibilidad de recuperación y reinserción a la sociedad.
Tampoco faltó en su homilía durante el novenario a la Virgen de Caacupé, la crítica situación de la salud pública, la dramática situación de los enfermos y sus familias, y apuntó Martínez en Paraguay que nuestro país se normalizó que actividades como las rifas, polladas y hamburgueseadas, sean la única salida para sortear las carencias del sistema sanitario.