La huelga, el paro y las manifestaciones son derechos consagrados por la Constitución Nacional. Asimismo, la persona tiene la libertad de elegir si no desea unirse a estas iniciativas. No puede ser obligada.
Los reclamos de campesinos, obreros, docentes y estudiantes son más que válidos. El Gobierno actual, al igual que los anteriores, presenta muchas falencias y la presencia del Estado es nula en más de un ámbito. Esto no se puede refutar. Es justo y necesario escuchar al pueblo. Presidente Horacio Cartes, querías líos; bueno, aquí está una muestra.
Sin embargo, se deben separar a los correctos manifestantes de los eternos interesados partidarios, que solo utilizan estas actividades para obtener réditos políticos y financieros. Para tratar de cazar votos.
Eso no se puede negar; claro que existen sectores políticos interesados y es lo lamentable, porque se camuflan con los que realmente están exigiendo reivindicaciones laborales (salario digno, empleo, reducción de planillerismo); mejora de servicios (educación, salud) y mayor presencia del aparato estatal en todos los ámbitos (seguridad, tierra a campesinos, transporte digno y realmente público, etc.).
La misma historia de siempre: el grupo opositor se alía con campesinos, obreros y sindicalistas para criticar al Gobierno de turno. Hace un año fue así, solo que el blanco era azul y no rojo. No justifico a Cartes, mucho menos a Federico Franco. Solo recuerdo las cosas.
Sigo pensando que no hay mejor manifestación que la de las urnas. En los votos realmente se debe hacer sentir el poder y la indignación del pueblo. Muchos de los que protestaron ayer, fueron también comprados por políticos, por 50.000 guaraníes, cajetillas de cigarrillos o petacas de caña. Entonces, ¿en qué quedamos?
De la misma forma, no me queda la menor duda de que muchos de los que se manifestaron contra Cartes pisotearon los votos que le dieron al jefe de Estado (es fácilmente deducible por la inmensa ventaja que tuvo en las elecciones el candidato colorado y por la cercanía de los manifestantes con los referentes de la ANR). Y está bien, uno puede retractarse de lo que hizo, puede alegar decepción, pero lo más coherente sería aprender la lección para la próxima vez.
En Paraguay se conoce a los candidatos, se conoce a los políticos. Es casi utópico (pero ojalá se consiga pronto) que pueda surgir un outsider disociado del resto de los grupos partidarios. Porque su entorno lo delata y al final lo terminará absorbiendo. Un “dime con quién andas y te diré quién eres” básico.
Esto no se acabó ayer, ni se extinguirá hoy o mañana. Siempre subirán al poder grupos políticos con sus propios intereses y con deseos de favorecer a su sector, antes que a todo el país (hasta casi con un espíritu revanchista).
El próximo año son las elecciones municipales, interesante prueba para saber si estas manifestaciones fueron experiencias didácticas valiosas, o, más bien, fueron lecciones fútiles de demagogia.