La lluvia cae con persistencia en el santuario Tupãrenda. Sopla un tenue viento sur. Una mujer, con una sombrilla de color verde oscuro, está sentada en una silla blanca a la intemperie frente al sacerdote que escucha atento, mientras sostiene un paraguas de color negro.
La confesión persiste pese a la garúa. No hay impedimentos para que la penitente solicite el perdón de Dios, durante la fiesta patronal en honor a la Virgen de Schoenstatt, que congregó ayer a miles de fieles, casi 40.000 de varios puntos del país, según los organizadores. Unos metros atrás, hay un toldo que alberga a otros que también se confiesan antes de comulgar.
VENERACIÓN. María del Carmen Bogarín (67) abraza con fuerza dos cuadros con la imagen de Nuestra Señora de Schoenstatt que recibió en 1985. El marco está un poco gastado, tiene estampas, un rosario y calcomanías que representan su visita anual a Tupãrenda.
Sostiene ambos cuadros como si fueran un trofeo. Ella es misionera hace 34 años, tras unirse a la campaña de la Virgen Peregrina o más conocida como campaña del rosario. “Ahora veo el fruto de la misión. Le doy gracias al señor porque soy sana y soy madre de 13 hijos”.
María es de Villeta y recorre desde los 33 años casa por casa, para rezar el rosario, visitar a los enfermos y evangelizar en su comunidad, como parte de la iniciativa evangelizadora de la Virgen de Schoenstatt. Los feligreses tienen una réplica de la imagen, que está censada, y que reciben de manera simbólica una vez que se consagran para misionar.
María Romero (65) encabeza una comitiva con 25 jóvenes de San Miguel, del Departamento de Misiones, que llegaron hasta Tupãrenda. De este grupo, cuatro viajaron para consagrarse como misioneros, cuenta, mientras sostiene la imagen de su santa patrona.
María Elena Ruiz, de 17 años, ayer se consagró como misionera, tras años de evangelizar y prepararse espiritualmente.
Tras convertirse en misioneros, la imagen peregrina se lleva cada año a Tupãrenda para ser censados y renovar el compromiso de la evangelización. El registro de un cuadro revela que en el 2015, había más de 10.000 censados misioneros.
Luego de la misa de las 9.30, tras escampar, finalmente se pudo realizar una de las procesiones desde el templo hasta el santuario. Las precipitaciones impidieron otras procesiones durante la jornada.
REFLEXIÓN. El padre Óscar Saldívar, rector del santuario desde hace 11 meses, destacó: “El desafío es que la Iglesia sea coherente y acogedora”.
El lema de la fiesta patronal de este año fue Aliados con María, apóstoles por la vida y la familia. En la fiesta de ayer se celebraron cuatro misas.
En su homilía, el padre Pedro Kuhlcke, enumeró las amenazas contra la familia como la mentalidad consumista, la individualista, y una política que no cuida de la salud. “La Sagrada Familia no fue perfecta, pero sí fue ejemplar. Era humana y con muchos problemas”, dijo. “Familia perfecta creo que no hay ninguna. A ver. ¿Hay una familia perfecta? Que levante la mano. Bueno. No hay”, reflexionó durante la homilía.
Con relación a la situación en el ámbito de la salud, lamentó la situación de escasez de insumos en hospitales públicos y que un tratamiento dependa de una pollada. Su crítica le valió el aplauso de los fieles. “La amenaza para la vida buena y la familia es una política que no cuida la salud de los habitantes”.
“Los jóvenes tienen un espacio de protagonismo dentro del movimiento de Schoenstatt”. Padre Óscar Saldívar, rector del santuario.
“Voy a hacer mi compromiso de misionera, después de tres años de misiones familiares”. María Ruiz, peregrina.
“Pido para que mi hija trabaje. Se recibió. Es una profesional, pero trabaja como doméstica”. Mirta González, misionera.