19 abr. 2024

Hace 95 años nacía la guarania

Histórico. Fragmento de la partitura de Jejuí, que data de 1925.

Histórico. Fragmento de la partitura de Jejuí, que data de 1925.

Foto: Archivo ÚH.

antoniopeccipy@yahoo.com


Este año se conmemora uno de los hechos trascendentales en la historia de la música paraguaya y latinoamericana, el nacimiento de un nuevo género musical que hunde sus raíces en la geografía y la vida social de nuestro pueblo, como es la guarania. Se trata de un caso único, en que además se conoce el nombre de su creador, a diferencia del tango, la bossa nova, la zamba, de autoría anónima.

La gran biógrafa del destacado músico, Sara Chaves de Talía, nos legaba en su libro ‘José Asunción Flores: Génesis y verdad sobre la guarania y su creador’, un relato basado en las largas conversaciones mantenidas con el gran músico sobre el estreno de su primera obra, Jejuí, en el actual Asunción Palace Hotel, entonces hotel Cosmos.

“Era una noche de enero. A pesar del calor, un hálito de frescura traía la brisa del río y llenaba la terraza del Hotel Cosmos repleta de gente que charlaba y bebía cerveza, refrescos, whisky y esas cosas”.

En una de las mesas departía con sus amigos el Dr. Eligio Ayala, a la sazón Presidente de la República. El trío conformado por tres intérpretes europeos, Alfredo Kamprad (violín), Alfredo Brand (piano) y Erik Piezunka (violonchelo) había integrado a su repertorio de esa noche la obra Jejuí que el joven músico les había proveído. Según el relato, al iniciarse la interpretación de dicha pieza, en un ritmo lento y cadencioso, cesaron de a poco las conversaciones para prestar atención a esa melodía nostalgiosa y evocadora que conmovía a la gente. ‘Algunas mujeres tenían los ojos húmedos de emoción’.


Al culminar la ejecución de éstos tres profesionales, se despertaron diversos comentarios y aplausos sobre el novedoso estilo. El Dr. Ayala preguntó: ‘¿Quién es el autor?’ Al no haber respuesta se dirigió a la tarima donde estaban los músicos y repitió la pregunta; ‘es uno de los músicos de la Banda de Policía’ le respondió Brand. Agregando que se trataba de José Flores ‘un muchacho talentoso’. ’Hay que felicitarlo, es la obra de un gran artista’ respondió el Dr. Ayala. ‘De estilo y originalidad excepcionales’, agregaría el violinista Kamprad.

A continuación el Presidente pidió un bis para deleite de todos.

Al culminar la interpretación, según el relato citado, opinó el Pdte. Ayala: ‘Acaba de nacer la verdadera música paraguaya. Ese soldadito tiene gusto y poderosa mentalidad. Saldrá del anonimato. Se hará famoso por el arte insuperable con que maneja la cadencia’. Estas palabras fueron proféticas. Y provenían de un político que cursando sus estudios de economía y otras disciplinas en Europa, también tomó clases de estética. Un raro caso.

En la Banda de Policía

El creador había nacido 20 años antes en el modesto barrio de la Chacarita y a los 12 había ingresado a la Banda de la Escuela de Policía. Antes había sido llevado por su madre, Magdalena Flores, y entregado al director de la Guardiacárcel de la Policía, Donato Alonso, para le diera un oficio. Este al tener a varios niños vagabundos o tenidos por rebeldes en sus casas, acudió al director de la citada Banda de Policía, el italiano Nicolino Pellegrini, para ver si podían serle útiles en algo, a lo que el citado músico accedió.

Así ese grupo de niños comenzaría un periodo disciplinado de estudio y trabajo que pronto conformaría una banda lisa que acompañaría las actuaciones en las plazas asuncenas del ensamble orquestal, dando la nota de simpatía.


José se adelantó a sus compañeritos en las clases de teoría y solfeo y tiempo después ocuparía ya la plaza de segundo bombardino en la agrupación orquestal integrado por músicos europeos, para pasar luego a ser trombonista titular. Había encontrado su camino de Damasco.

A la par que ampliaba sus estudios de violín, con el profesor Fernando Centurión en el Gimnasio Paraguayo, luego iniciaría sus estudios de piano y comenzaría a preguntarse por qué la banda no incluía en su repertorio obras nacionales.

El programa de la agrupación incluía habitualmente óperas y sinfonías, valses, operetas, pero nada de piezas nativas. Esto lo llevó a una intensa búsqueda de documentos sobre música paraguaya, tarea en la que colaboró decididamente Víctor Montórfano. Encontraron poca documentación, lo que evidenciaba el estado de abandono de la expresión musical nativa.

Lo único rescatable era el Álbum de aires nacionales, compilado por el músico Aristóbulo Nonón Domínguez. Pero al decir de Flores ‘la escritura no reflejaba el aire ni las características de nuestra música’, circunscrita a la polca y la galopa, de origen europeo. Por lo que se lanza a la búsqueda de una escritura adecuada. A la vez que se plantea la necesidad de renovar los fundamentos de la música nacional. Así llega a experimentar con una polca muy popular en la época, Maerápa reikuaase, de Rogelio Recalde. La traslada a una ritmo más lento, de seis por ocho, a un estilo más cadencioso.

Y apoyado por un grupo de músicos de la Banda de Policía, llega a incluirla en uno de los ensayos de la citada agrupación, con gran impacto. Estaba en el camino correcto.

A partir de la adecuada escritura de las partituras, empieza a reflexionar cómo darle forma al rumor viviente de la selva, al murmullo de los ríos y de los aves… Así concibe Jejuí. ‘Es un río largo y sinuoso, cuyo hontanar se pierde en las sierras del Mbaracayú’ dirá. Plasma sus emociones en la partitura y comienza una ronda de consultas y ensayos con destacados intérpretes como el español José Segalés y los pianistas Francisco Marín Noguera y Susanita Elizeche de Codas. Los ensayos se intensifican y va dando forma al estilo melódico de lo que sería su primera obra, un género nuevo sin nombre aún.

Luego de un tiempo y en sucesivos momentos va dando a conocer Arribeño resay (Lágrimas de un arribeño), a la que le pondrá letra el poeta sampedrano Rigoberto Fontao Meza, cuya primera estrofa dice: “Llorar la pena de amor fatal / a una mujer infiel / que miente un querer / sin fe, cruel”. Pronto se cantará la calle y en las serenatas. Al poco tiempo se suma Ñasaindype (A la luz de la luna), con versos de Félix Fernández. Ambas son cantadas en el Teatro Nacional, hoy Municipal, con enorme éxito de público y se incorporan a las serenatas, muy populares en la época. Vienen delegaciones del interior para escuchar esos temas que expresan de manera nueva sus penas y alegrías en ése ritmo melancólico y a veces romántico o triste.

Al poco tiempo, el compositor elige poner como nombre guarania al nuevo estilo musical, extraído de un poema de Guillermo Molinas Rolón, En la fiesta de la raza.

Y en 1928 se da el encuentro con el poeta guaireño Manuel Ortiz Guerrero, con quien crea India y otras inmortales composiciones. Se abría un ancho camino también para otros grandes creadores paraguayos.

En enero de 1925, en la terraza del Hotel Cosmos de la calle Colón, nacía con Jejuí, de la mano de José Asunción Flores, un nuevo género musical que se extendería al mundo.