Los pesebres gigantes y los altares ornamentados con chipa volvieron a unir a las familias católicas para recordar a sus seres queridos fallecidos durante Kurusu Ára.
Como lo viene haciendo cada 3 de mayo desde hace 50 años, doña María Luisa Verlangieri vda. de Gómez dirigió ayer a sus hijos, nietos, bisnietos para armar el gran pesebre para honrar las cruces de sus familiares difuntos con el rezo del rosario, música y una merienda de cocido con las 750 chipas que sus hijos prepararon para la ocasión.
La matriarca de los Gómez Verlangieri tiene 89 años. Tiene 12 hijos, 52 nietos, 17 bisnietos y un tataranieto. Comenta que tras la muerte del último de sus hijos que nació prematuro empezó la tradición del Kurusu Ára tal como lo hacían su abuela y bisabuela. “Con la muerte de mi esposo empezamos a hacer esto más grande para que mis nietos también sigan la tradición”.
Según doña María Luisa, la creencia popular cuenta que al nacer una persona se le da un nombre y al bautizarse, el sacerdote dibuja una cruz en su frente nombrando al bautizado. “A morir de nosotros queda esa cruz con el nombre. Por eso cada año traemos las cruces de nuestros finados a casa. Porque se dice que se ponen muy contentos porque vuelven a su casa con su familia”, relata.
Aconseja a todos que no se olviden de sus difuntos y los recuerden bien.