Por Brigitte Colmán
brigitte-colman@uhora.com.py
Mi viejo, a quien considero una de las personas más buenas del mundo, decía siempre que a las mujeres no había que golpearlas ni con el pétalo de una rosa, o algo parecido.
Sí, me van a decir que la expresión es un poco cursi, pero lo importante es que, la frase, cursi y todo, era realidad en nuestra vida cotidiana. O sea, el viejo nunca gritaba, ni decía malas palabras y tampoco recurrió jamás a la violencia física.
Le gustaba hacer crucigramas, y compraba esas revistitas que, indefectiblemente, traían chicas desabrigadas en la tapa. En todos los casos él procedía a tapar esas fotos porque, no es que no les gustaran las chicas, sino que lo consideraba ofensivo, teniendo él en la casa una esposa y cuatro hijas.
El viejo también fue un cristiano comprometido, de esos que rezaban y, al mismo tiempo, nunca se olvidaba de que ser un buen cristiano es preocuparse del prójimo. Por eso, creo que le habría gustado eso que dijeron en la homilía del Viernes Santo en El Vaticano.
El sacerdote franciscano que predicó, alabó el hecho de que fueran mujeres las que estuvieran hasta la muerte con Jesús. Y después, bajando a tierra su discurso, recordó a las mujeres humilladas y violentadas, las marginadas y sometidas a prácticas tribales indignas, las mujeres con crisis y solas ante su maternidad, las madres judías y palestinas, y las de todas las tierras en guerra.
Lástima que el presidente de la República Nicanor Duarte Frutos no hubiera escuchado antes esta homilía, antes de andar diciendo cualquier cosa. Como la barbaridad que dijo al referirse a su ministra de Acción Social, Judith Andraschko.
Copio textual lo que reprodujeron los diarios:
“Hetáma anga ko ojeapatuka chupe”. Mucho ya fue golpeada.
“Pero lo mitã ko ndo apatukái chupe la otra cósape”. Pero los muchachos no le golpean en la otra cosa.
Se me ocurre que en la escala de disparates que se dicen a diario en el país, tocamos fondo, definitiva e irreversiblemente.
Pero además de ofenderme y enojarme con Nicanor, no puedo dejar de sentir una gran pena por el Paraguay.
No se puede olvidar que alguna vez el 37% de los paraguayos tuvo esperanzas en él. Y que a pesar del esfuerzo que hacen miles de paraguayos y paraguayas por sacar adelante al país, cada vez que el primer mandatario abre la boca y habla, nos alejamos cada vez más del siglo XXI.
No sé que opinan ustedes, pero creo que esta vez, Nicanor Duarte Frutos se ganó un buen akãpete de parte de doña Disnarda.
Volviendo a mi viejo, un último detalle: él hablaba muy bien el guaraní, y le gustaba que la gente lo hablara, pero si había algo que no le gustaba eran los ñe'êrei.
Es más, él jamás habría votado por uno.