George Frederick Masterman Cadogan nació el 13 de marzo de 1833 en Croydon, condado de Surrey, Inglaterra. Fue bautizado en la iglesia de St. John the Baptist como hijo de Charles Masterman y Carolina Cadogan.
A principios de la década de 1850, se formó como practicante hospitalario en Londres. Poco después, consiguió un nombramiento como assistant-surgeon con grado de teniente en el Departamento Médico del Ejército británico. Su destino fue la fuerza expedicionaria que la Royal Army envió al Este para enfrentarse al Imperio ruso en la Guerra de Crimea (1854-1856). Él mismo recordaría lacónicamente esa experiencia: “I served in the Crimea”.
La segunda edición de Seven Eventful Years in Paraguay subraya que “me formé como miembro del personal médico del 82º Regimiento de Su Majestad”. Aunque esta unidad no combatió directamente en el istmo crimeo, ganó experiencia, templó su carácter y consolidó su reputación como cirujano competente y conocedor de las técnicas más modernas de anestesia y antisepsia. Con la evacuación aliada de Crimea en julio de 1856, Masterman regresó a Inglaterra con un nombramiento honorario y, sobre todo, con un cuaderno de observaciones clínicas que circuló entre los médicos de Londres.
En 1861, cuando el Gobierno paraguayo buscaba reemplazar al boticario militar James Prickett, aceptó el puesto de farmacéutico principal del Ejército paraguayo y desembarcó en Asunción la tarde del 25 de diciembre de 1861. Durante los dos primeros años, reorganizó los depósitos de drogas, creó el primer laboratorio farmacéutico del país, dotado de alambique, hornos y aparatos traídos de Europa, y comenzó a destilar brandy medicinal, preparar sales de Epsom y producir compuestos de uso diario. El 12 de enero de 1863 informó al ministro Venancio López que la farmacia ya abastecía a todos los hospitales del Estado con productos más baratos y de calidad superior que los importados. Utilizó su microscopio e impartió clases de química y filosofía natural a practicantes paraguayos, germen de la futura Escuela de Medicina. Su empeño lo llevó a intentar plantar amapolas para obtener opio local, pero la cosecha fue arrasada por insectos y vacas callejeras. Cuando estalló la guerra recibió el grado de jefe militar farmacéutico y, ante la avalancha de heridos, pasó al bisturí: “Comencé mis actividades cortando una pierna por encima de la rodilla, diez minutos después de mi nombramiento”, recordaría más tarde. Las penurias eran extremas, con turnos de 24 horas, escasez de vendas y dependencia de la medicina tradicional. La guerra trajo epidemias de disentería, viruela y cólera, y los médicos británicos, incluido Masterman, formaron decenas de “médicos de tercera clase” paraguayos para ampliar la atención.
Su primer cautiverio comenzó el 22 de octubre de 1866, cuando fue arrestado por negarse a entregar cartas dirigidas al doctor James Rhind. Pasó casi once meses en una celda sin luz en la Comandancia de Asunción, rodeado de reclusos que morían de cólera. Según narró, no salió “ni una sola vez ni vio la luz del sol” y emergió “enfermo, debilitado y medio ciego; el cabello, ya gris pese a no haber cumplido los treinta”. No menciona haber sufrido torturas físicas directas, pero el confinamiento absoluto, la insalubridad y la enfermedad constituyeron un castigo extremo. Fue liberado el 22 de septiembre de 1867 por gestiones combinadas de Lynch y del ministro estadounidense Charles A. Washburn, aunque se le prohibió ejercer medicina incluso en consulta privada. Durante el breve año que permaneció libre, trabajó como médico de la legación de Estados Unidos, pero su suerte cambió cuando López decidió expulsar a Washburn.
El 10 de setiembre de 1868 fue nuevamente arrestado junto al periodista Porter C. Bliss, en el mismo momento en que Washburn abandonaba Asunción. Trasladado encadenado al campamento de San Fernando y luego a Pikysyry, vivió seis semanas que describió como el repertorio más brutal del “sistema paraguayo” de tormento. Según su testimonio, padeció o presenció métodos como el cepo de lazo, que tensaba los tobillos hasta casi dislocarlos; el cepo uruguayana, que obligaba a encorvarse con carabinas sobre los hombros hasta la parálisis parcial; los grillos de barra de cuarenta y cinco libras; los azotes que desfiguraban a los reclusos, la prensa corporal, la privación programada de alimento y la marcha forzada de cuarenta leguas con amenaza de bayoneta. Aunque a menudo cedía la voz a compañeros como Taylor o Saguier para describir estos tormentos, dejó constancia de su propio padecimiento: dijo que tenía la cara ensangrentada tras una sesión de castigo, que sufrió el cepo de lazo y que dependía de limosnas de jóvenes soldados.
El capitán William A. Kirkland del USS Wasp logró rescatarlo junto a Bliss el 10 de diciembre de 1868. Cuando desembarcó en Nueva York a comienzos de enero de 1869 –acababa de salir del Wasp y llevaba los pies hinchados por el cepo paraguayo– descubrió que su odisea interesaba a un público norteamericano ávido de noticias sobre la cruenta guerra del Plata. Aquella estadía de apenas diez semanas se convirtió en la etapa más política de su vida: concedió la primera entrevista personal que jamás le hicieran los diarios neoyorquinos, relatando su segundo arresto y denunciando la complicidad del clero paraguayo, al que comparó con un Torquemada moderno. Atribuyó a Elisa Lynch la instauración de un despotismo de terror que había costado millares de vidas. Antes de embarcar rumbo a Liverpool en marzo, Masterman y Bliss entregaron a la Cámara de Representantes un memorial de 56 páginas que solicitaba el reconocimiento oficial de las torturas sufridas, una investigación congresal sobre la actuación de Washburn y de los mandos navales estadounidenses en el Plata, una condena moral de López y una reparación económica por los daños físicos y el instrumental perdido. Durante esas semanas, Masterman comunicó por carta que todos los extranjeros escapados confirmaban lo peor que se había dicho de las atrocidades de López y describían el horror vivido no durante meses, sino durante años. En la misma carta afirmó que cada una de aquellas víctimas hablaba en favor de Mr. Washburn, lo que refleja su defensa constante del diplomático estadounidense.
En Londres trabajó sobre los cuadernos que había rescatado clandestinamente –cosidos al forro del chaleco– y en agosto de 1869 publicó Seven Years’ Adventure in Paraguay, con un apéndice documental de 200 páginas, contenía estos relatos y muchos otros detalles. Allí describió cómo el padre Maíz torturó al ex ministro oriental Carreras pulverizándole los dedos con un martillo, y relató la tortura de un hombre llamado Baltasar a quien “azotaron sin compasión y después le aplastaron los dedos a martillazos”. También acusó a Elisa Lynch de ser la causa remota de la guerra y de ejercer una influencia ilimitada y malévola sobre López, pese a que ella había intercedido por su libertad. Entre los pasajes más criticados de su libro, sobresalen sus observaciones sobre el personal médico paraguayo y las mujeres que ayudaban en los hospitales: Masterman tendía a exagerar en sus apuntes el papel secundario o prescindible que les atribuía, señalando que muchas jóvenes acudían a los lazaretos más por curiosidad o coquetería que por vocación asistencial y que en su opinión “las supersticiones y remedios populares” resultaban un obstáculo constante para cualquier avance científico.
El informe final del Congreso de los Estados Unidos, aprobado en mayo de 1870, respaldó en lo esencial sus acusaciones, aunque una minoría advirtió que algunas cifras podían estar infladas. Masterman no obtuvo indemnización, pero su memorial fijó el vocabulario internacional de la denuncia y convirtió su testimonio en fuente clave de la historiografía. Ya estando en Londres, regularizó su formación con títulos prestigiosos: el Licentiate of the Society of Apothecaries y el Member of the Royal College of Surgeons en 1871, la licencia de la Society of the College of Chemistry and Pharmacy of Scotland en 1876 y el Licentiate of the Royal College of Physicians of Ireland poco después. El 19 de setiembre de 1872 se casó con Matilda Maud Goodwin y tuvo descendencia. Alternó consultas en Croydon, un puesto de cirujano en el Hospital de Verona y el cargo de médico oficial en Colby. Publicó estudios sobre cartílagos fagádicos y baryonsphacresis. En 1888 se instaló en Stourport-on-Severn, donde siguió pintando paisajes –muchos nacidos en Paraguay– y firmando reseñas clínicas. En 1891, adoptó el apellido materno, Cadogan, delante del paterno y firmó sus escritos como G. F. Cadogan-Masterman para distinguirse de la extensa rama familiar.
Falleció en Kidderminster el 20 de marzo de 1893, con sesenta años. Su testimonio asoma indirectamente en el documental Eliza Lynch: Queen of Paraguay (2013), que emplea fragmentos de sus acusaciones, y en la novela Nostromo, de Joseph Conrad, cuya miniserie toma la mayoría de los nombres de sus personajes, basó su relato sobre la tortura y confesión en la experiencia de Masterman.