El fotógrafo más conocido y querido de Última Hora, Gracianiano Irala, apodado y reconocido en diversos ámbitos como Fotosky, comparte en esta nota anécdotas y vivencias de su paso por el periódico durante 43 años.
Fotosky confiesa que si no era fotógrafo hubiera sido militar, sin embargo, inició su vida laboral en el reportaje gráfico, en la revista El Ciclón, y nunca cambió de rubro.
El entonces coronel Pablo Rojas, presidente del Club Cerro Porteño, le dio el peculiar sobrenombre, evocando a un dirigente técnico brasileño del Club Cerro Porteño: Marcos Pavlovsky. Seguidamente, Isaac Kostianovsky, primer director de ÚH, afianzó aquel apodo.
Irala tuvo sus inicios en la editorial El País integrando el diario La Tarde. Ahí trabajó en los departamentos de fotografía y transporte.
“Tenía todo lo que precisaba un laboratorio fotográfico, me convertí en el departamento de fotografía, solo”, rememora. En su moto Java realizaba coberturas, desde sucesos más triviales hasta otros de suma importancia, como lo fue el caso del asesinato de Anastasio Somoza en 1980, cobertura realizada para ÚH.
Justamente, su trabajo para este medio se inició dos meses antes de su apertura en 1973. “Hicimos un mes de trabajo para el número 0”, detalla.
Entre sus anécdotas más particulares subraya que en sus dos primeros años de trabajo en el entonces vespertino, realizaba sus revelaciones fotográficas en un cuarto de baño, y tenía que coordinar con los compañeros de trabajo para que estos no perjudiquen el proceso de revelado y los negativos de las fotos al querer usar el sanitario.
MOMENTOS DIFÍCILES. Si bien Gracianiano tuvo muchos momentos agradables, divertidos y felices en el ejercicio de la fotografía en el diario Última Hora, también recuerda momentos difíciles.
“La cobertura de las represiones a las manifestaciones en época de la dictadura estronista era muy frustrante. Recuerdo una en particular, frente al colegio Cristo Rey, que a un compañero y amigo, Miguel Mascareño, se le garroteó como nunca”, relata.
En esa situación, a él le tocó subir a un árbol para poder tomar las fotografías, y el camión hidrante le agarró en el pecho y lo tiró al suelo.
“Esas son cosas que emocionan mucho contar hasta hoy, a pesar de que pasaron tantos años”, dice casi llegando a las lágrimas por los sentimientos que se agolpan en su relato.
Entre esos momentos duros también figura el de la cobertura de la Matanza de Pascua Dolorosa, donde fotografió después de los hechos. Y otro emotivo suceso que se rescata de su labor fue el hundimiento del barco Myriam Adela, tragedia ocurrida cerca del puerto de Concepción, en la que murieron más de 130 personas, en febrero de 1978.
Esos momentos contrastaban grandemente con aquellos como los placenteros recorridos por las playas locales (Mbiguá, Sajonia y otras) e internacionales, donde su tarea era captar a bellas damas en trajes de baño, para la sección Click!, en la contratapa del diario, con los epígrafes de Fiorello Botti, quien también escribía Verso Mí en el mismo espacio.
“Además, buscábamos fotos especiales, que mostraban por ejemplo carteles mal escritos, o situaciones graciosas. Era lo más difícil de conseguir a veces. Jorge Adorno, que era nuestro jefe, nos decía, vayan y busquen fotos para Click!, que era lo más difícil en aquel tiempo”, añade el fotógrafo, que entre sus compañeros era conocido por frases como “Yo también soy cuerpo humano”, “Así lo que quiero tragar tierra” o “Qué le hace un tigre más a la mancha”.
EN LA CANCHA y en el aire. Gracianiano recordó una dolorosa y a la vez divertida anécdota ocurrida en la cancha del estadio Defensores del Chaco, en 1978. El intrépido reportero gráfico se colocó al costado del arco. Era un partido de la Copa Libertadores. El futbolista Mariano Catalino Pesoa debía chutar un penal, en la definición final, en la cual, finalmente, ganó Cerro Porteño por 3 goles contra 2 al equipo Estudiantes de Mérida.
“Me coloqué al costado del arco. Chutó el penal Mariano Pesoa, erró el arco y la pelota se desvió hacia mí, y me golpeó en la panza. Fue tal el golpe que me dejó totalmente sin aire, caí desmayado”, graficó Irala, aclarando que tomó la foto antes de desmayarse.
Otra colorida anécdota, de las varias que tiene Irala, es la del vuelo con un piloto de la cuadrilla de acrobacia aérea Ára Sunu. Para él fue un verdadero infierno soportar esos 45 minutos de vuelo acrobático. La experiencia estuvo cargada de muchas vueltas y piruetas, caídas, que el piloto hacía con su avión. “No creo que otro fotógrafo haya podido tolerar aquello”, cuenta.
LA FOTOGRAFÍA, SU PASIÓN. Fotosky confiesa que su gran pasión en la vida es la fotografía, desde su infancia. “Desde el cuarto o quinto grado, en el Colegio Monseñor Lasagna, cuando un hermano me mostró lo básico de la fotografía. Así di mis primeros pasos sacando fotos, y luego, mamá me compró una cámara y ya nunca dejé de sacar fotos”, expresa.
Recuerda que a lo largo de su carrera vio todo tipo de cámaras fotográficas. “Pasé por todas las etapas de la fotografía, desde sacar fotos con la cámara grande que tenías que meter la cabeza bajo una tela, y tomábamos las fotos en la Plaza Uruguaya, así como las fotos con rollos hasta la era digital. Fue una constante adaptación, no siempre fácil, pero siempre me acomodé para seguir vigente en las épocas más modernas”, destaca.
Por último, el profesional retirado agradece “infinitamente” la oportunidad que le brindó don Antonio Vierci, su ex camarada, quien le permitió trabajar en los últimos años de su consagrada y apasionante carrera.
Visita de Juan Pablo II: “Grité y casi me desmayo de la rabia”
Tal vez uno de los momentos más frustrantes y difíciles vivivos en la carrera como reportero gráfico de Gracianano Irala, Fotosky, fue aquel accidente en donde usó un mismo rollo y hubo doble exposición, en mayo del año 1988, durante la visita del papa Juan Pablo II a Asunción.
Era un hecho histórico para el Paraguay. Hace 32 años llegaba el Sumo Pontífice para alegrar a miles de peregrinos con su presencia en la zona de Ñu Guasu.
En medio de esa algarabía y emoción para muchos, Irala tuvo la suerte de tener gran cercanía con el Papa. “Cubrí la misa que oficiaba el Papa en la Catedral de Asunción. Fui el primero en estar en la Catedral, entre las 05:00 y 05:30 de la mañana. Estaba sentado con mi equipo fotográfico, escuché toda la misa”, recuerda.
Cuando culminaba la ceremonia se levantó de su lugar y tomó varias fotografías al Santo Padre, cuando se estaba retirando. “Me levanté, hice las fotos, desde mitad de la iglesia, hasta el final. Como todos los guardaespaldas me conocían me dejaron hacer el trabajo, y hasta el Papa me tocó la cabeza”, describe.
Irala estaba más que feliz y tomó unas últimas cuatro fotos en las gradas de Juan Pablo II despidiéndose. Lamentablemente, al revelar las fotos descubrió que había reutilizado un rollo. “Grité y casi me desmayo de la rabia” rememora. Sin embargo, se salvaron esas últimas fotos captadas.