30 oct. 2025

Espere, no desespere

Alfredo Boccia Paz galiboc@tigo.com.py

He pasado del desprecio a los haraganes a un venerable respeto.

La cuarentena me ha demostrado que no es fácil estar ocioso. Unas pocas semanas de aburrimiento me hicieron ingresar a la legión de gente ansiosa por escapar, por ver amigos, por producir, por recuperar la rutina. En definitiva, por volver a una “normalidad” que parece cada día más lejana e inalcanzable.

Que este sea un mal de muchos es un consuelo insuficiente.

Como también lo es la constatación de que en circunstancias como las que vivimos es hasta natural que el psiquismo sufra algún que otro sobresalto. Al fin y al cabo, es la realidad la que se ha puesto cabeza para abajo. Para peor, la incertidumbre nos empuja a buscar información, la que ingresa torrencialmente como una “infodemia” de dramas personales, familiares y colectivos que se viven en el planeta.

Tampoco tenemos tanto derecho a la queja, porque ha sido gracias al confinamiento obligado que seguimos estando relativamente indemnes, por lo menos si nos comparamos con lo que pasa en otras partes. Ha hecho bien el Gobierno en tomar rápidamente la decisión de iniciar el aislamiento, logrando ganar un tiempo precioso para el sistema sanitario. Las debilidades son tantas en este campo que resulta difícil refutar la determinación de prolongar estas medidas excepcionales. En este punto surge la tentación de preguntar: ¿hasta cuándo? Y esa respuesta no la tiene nadie. Ni aquí, ni en ninguna parte del mundo.

Lo que todos sabemos, sin embargo, es que esta solución es insostenible durante demasiado tiempo. La oenegé Oxfam calcula que el paro de las actividades económicas para frenar los contagios podría arrastrar del 6 al 8% de la población mundial a la pobreza. Esto equivale a unos 600 millones de habitantes del planeta, sobre todo de los continentes más pobres. Y nosotros estamos en uno de ellos.

Obligados a flexibilizar la cuarentena, los gobiernos se miran unos a otros, nadie tiene una hoja de ruta definida, pues nadie lo hizo antes. Además, los planes no se pueden copiar sin más, pues las realidades no son las mismas. Para elegir el camino nacional hay que tener información, la que no siempre está disponible en cantidad y tiempo útil. La magnitud de la epidemia puede medirse realizando muchos más test y la capacidad de respuesta sanitaria por el índice de ocupación de camas hospitalarias. Mientras, habrá que seguir reforzando la estructura de salud pública.

La “desescalada” –así la llaman en España– no será rápida ni uniforme. Será paulatina, sectorial y flexible. Sí, habrá una flexibilidad de la flexibilización: es la metáfora de la canilla más o menos abierta, según las circunstancias. En esta larga etapa de tanteo y error, los países intentarán, con diferentes métodos, contabilizar el menor número de decesos con una gradual mejoría de los números económicos.

Esta inesperada megacrisis universal ha opacado el aniversario de los dos años del triunfo electoral de Mario Abdo Benítez, cuyo gobierno estuvo perforado por sucesivas minicrisis. Pero ahora estamos todos en el mismo barco, defendiéndonos unos a otros. Instándonos a no desesperar.