27 abr. 2024

“Es un derecho humano básico saber dónde está un familiar desaparecido”

Desde 1984 esta organización sin fines de lucro recuperó 1.400 cuerpos de víctimas de desaparición forzada entre 1974 y 1983 en la Argentina. Identificó a 796 de ellas. La tarea continúa hasta el presente.

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Profesor. Juan Carlos Nobile, en una clase en el EAAF, Buenos Aires, dirigida a periodistas locales y latinoamericanos.

El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) desarrolla un trabajo sostenido hasta hoy de búsqueda e identificación de personas desaparecidas durante la dictadura. Una tarea que Juan Carlos Nobile dice que es producto de una lucha de los familiares de las víctimas. “No es que la antropología forense argentina haya surgido de la misma academia para decir: Vamos a buscar desaparecidos aplicando técnicas de la antropología. No”. Hubo familiares que se preocuparon por saber de qué manera habría posibilidades científicas de identificar restos esqueletales, cuenta. Buscaron, se movieron por todo el mundo. En Estados Unidos recibieron el apoyo de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia, que envió una delegación en la que se encontraba el doctor Clyde Snow, experto en antropología forense. “Cuando vino a la Argentina dispuso la creación de un equipo que aplicase el método de la antropología. Como EAAF surgimos como producto de una lucha sostenida de los familiares que desde 1976 reclamaban por tener alguna certeza de qué es lo que había pasado con sus parientes desaparecidos”, aclara.

– ¿Y la tarea propuesta fue ininterrumpida desde entonces?

–A partir de ahí tuvimos distintos periodos históricos en cuanto a nuestra vinculación a la continuidad del trabajo. En 1984 se empieza a juzgar a las Juntas Militares y había una gran cantidad de trabajo de los antropólogos buscando, sobre todo, en los cementerios los restos de personas desaparecidas. Después, en 1989, vinieron leyes como la de Obediencia Debida y Punto Final que implicaron una sola cosa: no juzgar a los responsables. Pero sí se continuó con las búsquedas.

Se tomó como esencial que la desaparición de personas es un delito de lesa humanidad y saber dónde está un familiar desaparecido es un derecho humano básico. Eso es lo que sostiene las búsquedas permanentes y el desarrollo del Equipo Argentino, y el hecho de que eso no se negocia por políticas coyunturales. Tampoco se plebiscita. Se hace, no se discute. Se tiene que hacer.

Entonces, cuando se generaron las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final, seguimos buscando bajo la figura de “averiguación de la verdad histórica”. Se tenía un parámetro judicial para ir a los cementerios, excavar, exhumar, identificar.

–¿Cómo seguir el proceso independientemente de los sucesivos gobiernos de turno y con o sin el apoyo del Estado?

–Bueno, obviamente, siempre es mucho más fácil trabajar cuando se tiene una apoyatura desde organismos del Estado. Concretamente cuando se derogaron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, en los años 2003-2004 en Argentina, tuvimos un crecimiento en cuanto a disposiciones de trabajo de campo y una cantidad de identificaciones muchísimo mayor, porque teníamos una política de Estado que nos ayudaba fundamentalmente, y que lo tomábamos como eso: Como una política de Estado, que no se negocia coyunturalmente con ningún gobierno de turno. Básicamente eso te da un resguardo, una fortaleza, para seguir haciendo esta tarea. Disponer del edificio, de tu tratamiento con la Justicia, tener las tecnologías, los especialistas correspondientes en cada una de las áreas. Y, sinceramente, las opiniones de la gente en relación a esto son cambiantes. Pero bueno, no es esencial eso. Van a ser cambiantes. La memoria, la historia, son un campo de tensión permanente. En determinado tiempo se tienen miradas que pueden simpatizar con los derechos humanos. Hoy por hoy, con el crecimiento fuerte y sostenido de ideologías neoliberales, es normal que se plantee: para qué, es un gasto, dejemos el pasado. Las personas que tienen un familiar desaparecido no descansan hasta que lo encuentren. Y en cualquier momento, y en cualquier lugar del mundo hay que buscar a las personas desaparecidas.

– En ese afán, ¿dónde están trabajando en este momento en la Argentina?

– En todos los que son campos o unidades que siguen bajo la órbita del Ministerio de Defensa. Es una política de Estado decir: no quiero ningún lugar que dependa de la gestión gubernamental, como el Ministerio de Defensa, que tenga fosas clandestinas. Hay que agotar esos estudios. Son los más complejos, porque son campos muy grandes que tienen una gran cantidad de hectáreas para ubicar. En cuanto a la investigación, hay limitaciones, como el que muchos testigos lamentablemente ya van falleciendo. Fíjense que d entro de 4 años cumpliremos ya 50 años del golpe de Estado. Hay muchos testimonios, muchos familiares y, por eso, hay que seguir fuertemente. Hay que agotar todo lo que tiene que ver con investigaciones, con excavaciones en estos lugares.

–¿Sigue habiendo resistencia en algunas de esas instituciones para permitir que se haga la búsqueda de restos de desaparecidos?

–No, no. Si ordena el juez, no hay posibilidad de resistencia, porque tendrían un problema muy grave. Puede haber cuestiones cotidianas, de pronto hay tiempos y lugares donde te saludan más simpáticamente y te proveen de todo, o lugares donde son mucho más hostiles, donde te pueden decir: lo ordenó un juez, pero no me vayas a pedir nada, porque estoy en contra de lo que estás haciendo. Pero son cuestiones que no hacen para nada al resultado final del trabajo.

–¿Dónde hallaron gran parte de los restos?

–El terrorismo de Estado tuvo una sistemática bastante previsible. Por ejemplo, los centros clandestinos de detención eran conocidos en la época. Teníamos denuncias de que en esos sitios había fosas clandestinas y, bueno, íbamos ahí. Nos sorprendieron a veces algunas técnicas de desaparición, como quemar los cuerpos con neumáticos de automóviles. Esta era una práctica recurrente en los centros clandestinos de detención, o utilizar la cal en las fosas. Empezamos en los cementerios en las tumbas NN, porque eran las más accesibles que teníamos. No teníamos ningún tipo de herramientas tecnológicas. Sabíamos que en esas tumbas había víctimas de terrorismo de Estado. Se excavaba manualmente, exhumábamos los restos con muchísimo cuidado y hacíamos un buen registro. Eso pasábamos a una etapa en laboratorio en que no teníamos genética, por ejemplo. Fueron los comienzos.

En cualquier momento, y en cualquier lugar del mundo, hay que buscar a las personas desaparecidas. No se descansa.

Cuando se derogaron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final tuvimos una cantidad mucho mayor de identificados.

La creación del Banco Nacional de Datos Genéticos de Familiares de Personas Desaparecidas fue fundamental.

Perfil

Juan Carlos Nobile: Antropólogo, investigador del Equipo Argentino de Antropología Forenses (EAAF), donde integra la Unidad de Búsqueda, especializado en búsqueda en terreno y abordaje arqueológico en casos complejos. Su labor se ha desarrollado en Argentina y en diversos países de Latinoamérica y en el Chad, África. Actuó en casos de lesa humanidad, en trabajos de gran escala en centros clandestinos de detención.

Coordinó actividades de exhumación en escenarios de recuperación de múltiples víctimas, como la masacre de Tamaulipas y el caso Ayotzinapa en México.

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