Escribió Jorge Luis Borges que, “de los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación”. Siempre será importante este recordatorio en un país como el nuestro, el cual según han sostenido los expertos tiene un pobre hábito de lectura. Ahora, esa condición se explica por el escaso fomento de la lectura, las escasísimas bibliotecas públicas, las severas deficiencias del sistema educativo, y tampoco se puede dejar de mencionar a la larga dictadura, el stronismo, que ha medrado la cultura.
Respecto a las consecuencias de la dictadura, se debe aceptar que una sociedad represora e intolerante será siempre una sociedad que le teme al pensamiento crítico y al conocimiento, y los libros son las puertas por donde se deslizan las ideas. De aquí se desprende otra consecuencia: en el Paraguay la inversión en educación y cultura es bajísima; con solo un 3,7% del PIB destinado a la educación, el Paraguay es uno de lo que menos invierten, situación que nos mantiene en un lamentable atraso con respecto a otros países de la región. Todos los políticos cuando aspiran a un cargo público prometen la gran “transformación educativa”, la cual nunca se concreta.
Mientras tanto, las instituciones donde se forman nuestros niños y jóvenes no solamente cuentan con infraestructuras obsoletas y endebles, que se manifiestan con techos caídos, paredes húmedas y construcciones sumamente peligrosas para los estudiantes y maestros, sino que carecen en su mayoría de laboratorios y bibliotecas. Esta es sin dudas la mejor receta para hipotecar nuestro futuro.
De toda América Latina, Paraguay es uno de los países que menos invierten en educación y como una consecuencia lógica se supone también que es uno de los que poseen el más bajo índice de lectura. Uno de los grandes logros de la última reforma educativa es un dato aterrador: 7 de cada 10 estudiantes no entienden lo que leen.
Por todas estas razones, en un país que está sufriendo una crisis inflacionaria y todavía se recupera de la pandemia que ha dejado consecuencias aún insospechadas, una Feria del Libro que obtiene éxito en asistencia, interés y venta de libros es una excepcional noticia. Sería todavía mejor noticia saber que la clase política que dirige los destinos del país toma nota de este hecho. Debemos fomentar la lectura porque el futuro es un país de lectores; para eso es fundamental el fortalecimiento de las bibliotecas públicas, escolares y universitarias, y que las instituciones educativas cuenten con acceso a internet y al universo audiovisual, así como también acceso a la tecnología para la promoción de la lectura. La única manera de estimular de forma precoz a la lectura es comenzar muy temprano, y que los niños y niñas logren asociar la lectura y el conocimiento con diversión y alegría, no como un deber u obligación, para que la lectura se convierta en un hábito.
La Feria Internacional del Libro (FIL) de Asunción 2022 resulta un saludable indicador de que otro país es posible, con esfuerzo y compromiso, como el que han realizado los organizadores de la actividad. El Paraguay debe comenzar a apostar a la educación y a la cultura, y hacerlas accesibles a toda la población; tener siempre presente que la lectura, la actividad de leer, repercute en el desarrollo intelectual, alimenta la imaginación, favorece la concentración y colabora con habilidades sociales como la tolerancia y la empatía. Por eso es tan necesario recuperar la estima por el libro y la lectura.