La expresión aquella de “no hay peor ciego que aquel que no quiere ver” es absolutamente aplicable a la ciénaga en la que metió al país primero y al Partido Colorado después, su presidente brutalmente sancionado por los EEUU en donde más le duele y es la razón de su poder: su bolsillo. Construyó su liderazgo por más de una década basado en el dinero y es ahí donde radicó su fortaleza y ahora lo convirtió en su debilidad.
En un país pobre moral y materialmente fue colocando recursos al mismo tiempo que crecía su vanidad, soberbia y orgullo sostenido sobre la base de un gran desprecio hacia quienes compraba. Sus adláteres lo siguieron para sacarle dinero y para presumir el poder en su cercanía hasta que vino el Séptimo de caballería y lo acusó de comprar convencionales para cambiar estatutos y luego legisladores para domesticarlos en su periodo de presidente.
La acusación fue dura. Harán aparecer los nombres de los comprados, como pasó con el caso del mensalão en Brasil con Lula y con los políticos peruanos durante el gobierno de Fujimori. Cartes creó desde sus empresas una oficinas operativas especializadas en la compra de voluntades. Ese entrevero entre lo público y lo privado es lo que hoy lo tiene asustado, demacrado y de salida.
No puede dirigir el Partido Colorado porque su firma está contaminada de corrupción. No hay bancos que puedan prestarle dinero y menos: su propio banco. No hay personas que quieran exhibirse a su lado por el hedor que emana y las consecuencias las sufre su candidato, Peña desaparecido desde el momento de las sanciones anunciadas mientras estaba en los EEUU, vendiendo la idea de que todo estaba bien cuando en realidad era lo opuesto. Lo que era todo un timbre de orgullo ahora ingresa en un tobogán que acabará sin lugar a dudas en los tribunales americanos. Los adherentes actuales junto con Peña y Alliana lo negarán sin empacho para confirmar la esencia humana patentizada en Judas de los evangelios. Se alinearán al poder emergente sin empacho y serán los primeros cuestionadores de la dictadura del dinero que reinó en el país durante más de una década. Nadie hablará bien de Cartes y él lo sabe. La resistencia desde el cargo de presidente de los colorados lo convertirá en el segundo mariscal de la derrota y todos lo culparán de no haber hecho el sacrificio de dejar la política como les había prometido a los americanos en agosto de 2018. Sus empresas no son sostenibles y las apariencias de dejar las mismas en manos de sus hijos como anticipo de herencia no son de recibo ante los ojos de los americanos. Por el contrario, agravan aún más su ya débil posición. Los italianos que diseñaron la inversión de la cementera que luego fue engullida por su grupo tendrán la posibilidad de comprar por un valor cuasitestimonial y muchas de las que en realidad dependían del negocio del tabaco les pasará lo mismo que el hotel que compraron para cerrarlo. El entrevero de dinero y política no es sostenible ni en el discurso y menos en el testimonio de sus adherentes, que quieren recordar la lucha de Perón versus el embajador americano Braden cuando su primera presidencia. Cartes no es Perón y los americanos han desarrollado finamente la doctrina de las sanciones y tienen al Paraguay como un caso de estudio y de aplicación de las mismas
El dinero pudrió todas las instituciones donde radicaba nuestra soberanía. La pusilanimidad y venta de fiscales, jueces y legisladores nos sacaron autoridad como país para juzgar a los nuestros. Ellos han pedido a gritos que fueran los EEUU los que cortaran el nudo gordiano, el apokytã de nuestra prostituida política. Los corruptos y los corruptores nos han llevado a compararnos con la República Centroafricana de Bokassa, quien se engullía a sus adversarios mientras los nuestros se morfaron la República. La purga está en marcha y ya no tiene retroceso. El tiempo corre en contra de quienes entreveraron todo creyendo que en la confusión, opacidad y soberbia podían hacer lo que quisieran por todo el tiempo. El susu’a (nacido) comienza a sacar su pus mientras lo aprietan fieramente desde afuera. Cartes es ahora, para su desgracia, un caso de los EEUU. El cuerpo social paraguayo se lo agradece.