Un estudio de la University College de Londres confirma lo que la sabiduría popular ya hizo verdad hace un montón de años: el eterno optimista, aquel que reacciona con pasmosa parsimonia ante la desgracia más evidente, aquel que hace del oîporâ una enseña existencial, aquel que miramos con cierto espanto -no exento de simulada admiración- por su granítica mansedumbre está un poquitito mal. Es decir, enfermo de optimismo.
El trabajo indica que el secreto de los individuos que tienen una visión positiva de la vida está en el lóbulo frontal de su feliz cerebro.
El cerebro de cada uno es una especie de computadora (algunos parecen que tienen una Commodore 64, pero bueno) que elige a qué cosas uno le prestará atención. Por lo tanto, dice el estudio, el optimismo podría deberse a una disfunción de este órgano. El cerebro del optimista al procesar la realidad da una valoración irreal a lo negativo, porque anula cualquier efecto nocivo de un hecho desagradable.
El laboratorio universitario hizo resonancia magnética en varias de sus caboyas humanas. Así se toparon con el resultado, el optimista simplemente ignora todas las noticias negativas, a la vez que se aferra a una visión positiva del mundo.
Al escanear el lóbulo frontal de los investigados, todos, optimistas o no, reaccionaban fuertemente estimulados ante una buena noticia. En cambio, cuando se daba malas noticias, la reacción de los optimistas era muy débil y de los pesimistas, muy fuerte.
La investigación señala que los optimistas son una gran mayoría entre los estudiados, cerca del 80 %.
No especifican en qué población se hizo el estudio, pero si lo hicieran en Paraguay de seguro iba a saltar que la mayoría está compuesta por optimistas desencantados; es decir, de individuos que no se resignan a perder la dicha, a sabiendas de que fueron varias veces traicionados por ella.
Como colofón, una frase de Winston Churchill: “Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”.
Con menos prosapía, don Antonio, el quinielero de mi cuadra autocoronado El hombre de los mil refranes inútiles, agrega: “El optimista es simplemente un pesimista desinformado”.