Hoy meditamos el Evangelio según san Mateo 9, 18-26
Todos buscan a Jesús. Todos lo necesitan, y Él siempre está dispuesto a compadecerse de cuantos se le acercan con fe; cuando estaba próximo a marcharse al cielo, junto al Padre, fundó la Iglesia, bien visible y localizable.
Quienes pretenden ir a Cristo dejando a un lado a su Iglesia, o incluso maltratándola, podrían un día llevarse la misma sorpresa de san Pablo en el camino de Damasco: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Y no dice –resalta san Beda–: ¿por qué persigues a mis miembros?, sino ¿por qué me persigues?, porque Él todavía padece afrentas en su Cuerpo, que es la Iglesia.
Pablo no supo hasta ese momento que perseguir a la Iglesia era perseguir al mismo Jesús. Más tarde, cuando hable sobre ella, lo hará describiéndola como el Cuerpo de Cristo, o simplemente como Cristo; y a los fieles como sus miembros.
No es posible amar, seguir o escuchar a Cristo, sin amar, seguir o escuchar a la Iglesia, porque ella es la presencia, sacramental y misteriosa a la vez, de nuestro Señor, que prolonga su misión salvífica en el mundo hasta el final de los tiempos.
El papa Francisco, a propósito del Evangelio de hoy, dijo: “Nuestra fe puede todo. Es victoria. Y esto sería bello que lo repitiéramos, también a nosotros, porque tantas veces somos cristianos derrotados”.
“El hombre o la mujer que tiene fe se encomienda a Dios: ¡se encomienda! Pablo, en un momento oscuro de su vida, decía: ‘Yo sé bien a quién me he encomendado’. A Dios. Al Señor Jesús. Encomendarse: y esto nos lleva a la esperanza”.
“Si nosotros los cristianos creemos confesando la fe, y también custodiando la fe, y encomendándonos a Dios, al Señor, seremos cristianos vencedores. Y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: ¡nuestra fe!”.
(www.pildorasdefe.net/liturgia/evangelio-Mateo-9-18-26-hemorroisa-jesus-sana-manto y http://www.homiletica.org/francisfernandez/franciscofernandez0311.htm).