06 may. 2024

El sufrimiento de las familias de secuestrados

Si no siendo parte de las familias Denis, Urbieta y Morínigo sentimos tan profunda indignación y repudio por la patética actuación de ciertas instituciones del Estado en el manejo de la investigación de los secuestros, no me imagino lo que estarán sintiendo los hijos, hijas, esposa, madre, nietos, hermanos, etc., etc. directamente afectados por la situación de cautiverio y desaparición de sus seres queridos.

Debe ser una interminable pesadilla tratar de mantenerse en pie y esforzarse por conservar la esperanza de recibir alguna señal de vida de Edelio Morínigo, don Félix Urbieta y Óscar Denis y, sobre todo, alentar la posibilidad cierta de volver a tenerlos con ellos.

Hasta antes de ayer, esta seguramente seguía siendo la fuerza, el motor, para reanudar cada día en la espera de alguna novedad alentadora sobre esas personas de las que abruptamente fueron separadas por un grupo de criminales que pretenciosamente se hace llamar Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), en un país donde la palabra ejército está asociada a algo que huelga, que está demás.

Esta vez, el despropósito estalló tras la vergonzosa y vergonzante acción que se dio de manos del Gobierno, en el que la mayoría de los funcionarios están preferentemente concentrados en la campaña electoral por las elecciones internas, que permitió introducir el féretro del abatido “comandante” del EPP, Osvaldo Villalba, al Penal de Mujeres para que la hermana del difunto asesino se despidiera de este.

Anteayer, la destituida coordinadora de Establecimientos Penitenciarios de Mujeres, Ana Dina Coronel, reveló una información que, aseguró y demostró, había transmitido hacía 5 meses a sus superiores. Dijo concretamente que el cuerpo del ex vicepresidente de la República Óscar Denis estaría enterrado en una comunidad indígena cerca de Pedro Juan Caballero, en el límite con Capitán Bado, y que Félix Urbieta, en manos de la banda criminal, en momentos en que cruzaban un río, se habría lanzado en él “para escapar o suicidarse”.

La funcionaria ratificó ante la Fiscalía que esta información recibió por parte de una mujer privada de libertad, por lo que comunicó el dato al entonces ministro del Interior y al director de Establecimientos Penitenciarios.

A estas alturas, a meses de finalizar el año y cuando la intensidad de la contienda electoral tiene bajo “piloto automático” a las instituciones del Estado, es demasiado lamentable ver cómo las autoridades intentaron justificar lo injustificable:

Primero negaron haber estado al tanto de la información, después asumieron que sí habían recibido el mensaje de la funcionaria, pero no les pareció relevante.

Solo este detalle transmite una falta de seriedad, una desprolijidad peligrosa en la conducción de instituciones tan importantes como el Ministerio del Interior.

Además, una vez más, nos demuestra que en las instancias de decisión de las instituciones públicas no debe designarse a improvisados, ineptos y a operadores políticos. Que los cargos públicos no son escuelas del nivel inicial ni cupos para pagar favores políticos partidarios, como penosamente sigue siendo en el Paraguay. Las consecuencias de esta funesta práctica son caos, descontrol, inoperancia, fiasco, riesgos, pérdidas humanas, debilidad institucional, desilusión ciudadana, pérdida de credibilidad y, lo más triste, agudización del sufrimiento a los familiares de los secuestrados que ya llevan demasiado dolor e incertidumbre encima, como para hacerles pasar por esto que no es solo un mal manejo de la comunicación interna y falta de protocolos de actuación, sino todo lo que está mal y hay que cambiar.

Por todo esto, basta de gente que no tiene vocación de servicio y que no honra la responsabilidad que se le asigna.

Basta de omisión cómplice que permite a los bandidos imponerse, y basta de estancarnos o conducirnos hacia atrás, en vez de avanzar.

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