14 nov. 2025

El problema de la inflación (I)

La inflación es sin duda el método destruccionista más poderoso de la época moderna. En una entrega anterior habíamos definido el destruccionismo como la política estatal de consumo de capital. La inflación carcome las fibras más íntimas de la sociedad. Envilece el valor de la moneda y empobrece al ciudadano. Al provocar la imposibilidad de realizar un adecuado cómputo económico imposibilita al empresario determinar si su actividad económica produce ganancias o pérdidas. El resultado es el consumo de capital y el empobrecimiento generalizado.

Estas aseveraciones requieren, naturalmente, de una explicación. Es el objetivo de este breve ensayo poner a consideración del público un breve resumen del mecanismo inflacionario y sus causas. Para ello es importante realizar algunas breves consideraciones previas.

En primer lugar, la palabra “inflación” no es realmente un término científico. En la concepción popular, “inflación”, simplemente quiere decir el aumento de los precios en forma sostenida. Sin embargo, el aumento de los precios se puede dar por muchas razones (la escasez, por ejemplo). Es cuando la suba de precios se debe a la pérdida del valor adquisitivo del dinero, es cuando juzgamos que existe “inflación”. Analicemos esto con más detenimiento.

En una economía que progresa, los precios bajan. Ejemplo muy típico es el moderno teléfono celular. En sus primeras épocas eran del tamaño de un ladrillo, y su precio orillaba los miles de dólares. Ahora podemos comprar aparatos a precios irrisorios, y con una tecnología superior a la que tenía el módulo lunar de 1967. Cuando los precios bajan, el individuo puede acceder a mayor cantidad de bienes y su nivel de vida aumenta.

¿Por qué bajan los precios en una economía en crecimiento? Porque debido al aumento de la inversión, el capital y la tecnología, se producen mayor cantidad de bienes, aumenta la oferta y, por ende, hay una tendencia a la baja de los precios. Los empresarios y productores obtienen mayores ganancias con la producción en masa en favor del consumidor. Todos se benefician. Este es el camino de la economía libre.

¿Cuál es entonces la razón por la cual sufrimos del aumento generalizado de los precios y estemos condenados a gozar de cada vez menos y menos bienes? El motivo es que nuestra moneda vale cada vez menos. Al caer el valor de nuestra moneda podemos comprar menos y menos cosas. Esto es lo que se llama popularmente “inflación”.

En segundo lugar, recalquemos que la “inflación” no es un fenómeno que ocurre al azar, ni es una catástrofe externa, obra de Dios, ni monstruo maligno que ataca la economía y a la que hay que “derrotar”. La inflación es un fenómeno monetario que tiene sus causas en la manipulación fraudulenta del dinero por parte del Estado con el fin de procurarse recursos extraordinarios a expensas del individuo. El Estado logró monopolizar fraudulentamente la producción de moneda y al mismo tiempo logró ocultar del público su culpabilidad en el delito. Repitamos esto una vez más: El Estado es el único responsable de la inflación.

Pero, para comprender el mecanismo, es necesario hacer un poco de historia monetaria. Para sobrevivir en la sociedad el individuo debe intercambiar el fruto de su trabajo por el fruto del trabajo de sus semejantes. Debe dar un bien a cambio de otro. Esta es una ley de hierro.

Todo intercambio implica la transferencia de una persona a otra de algo que tenga un valor intrínseco y que beneficie a ambas partes. Este sistema originalmente llamado trueque fue el comienzo de la civilización y sigue siendo la esencia de la vida humana.

Sin embargo, al avanzar la división del trabajo, la especialización, y el aumento de la cantidad de bienes y servicios en el mercado, el trueque se hizo más y más difícil, y el ser humano se vio en la necesidad de recurrir a una mercadería común como medio de intercambio, una mercadería de uso común que tuviese mucha demanda y fuese de aceptación de todos. Este es el origen de lo que llamamos dinero. Ejemplos de este tipo de mercaderías fueron el tabaco, la sal, el ganado. Podemos ver rastros del uso de estas mercaderías como medio de intercambio en palabras como “pecunia” (ganado en latín que nos da la palabra “pecuniario”) o “salario” y muchas otras.

Pero, con el transcurso del tiempo, la sociedad optó –por razones prácticas– finalmente por el uso generalizado de los metales preciosos, particularmente el oro y la plata. La decisión fue natural. Estos metales no solo eran de gran demanda y valor intrínseco, sino que, debido a su homogeneidad y fungibilidad, y gran valor estético, facilitaban enormemente las transacciones.

El tedioso proceso de tener que pesar los metales preciosos en cada transacción se simplificó enormemente con la aparición de la moneda. La moneda es una certificación de peso y calidad del metal que contiene. Por mucho tiempo circularon monedas de carácter privado de gran demanda por su calidad y precisión. Muy particular fue la moneda de plata del reino de Bohemia, el famoso “joachimstaller”, nombre que después diera origen al “dólar”, entre otras.

Con el tiempo y luego de larga evolución, las monedas privadas fueron sucumbiendo ante la intervención y el poder del Estado. Pero esto será tema de nuestra próxima entrega.

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