Pues bien, la profecía al final se está comenzado a hacer realidad. El ministro de Salud, Julio Mazzoleni, alertó que Asunción y el Departamento Central ya están entrando en un pico preocupante de la pandemia del Covid-19, y estiman que la tasa de muertos aumentará. Aclaró que todavía “no llegó lo peor”, pero todos sabemos que es inevitable.
Hubo un tiempo en el que nos sentimos un poco orgullosos de este paisito y de las autoridades del gobierno. Un tiempo en el que parecía que todo se estaba haciendo superbién y nos sentimos diferentes, buenos, virtuosos.
En el primer mes de la cuarentena, quienes pudieron se quedaron en sus casas, y después a alguien se le ocurrió el tema de los albergues que resultó una buena idea, y la situación estuvo contenida y bajo control. Hubo un tiempo en el que pensamos que el bicho malvado no iba a poder con la raza guaraní. Y hubo un tiempo en el que los políticos hablaron de hacer la reforma del Estado y de recortar sus privilegios.
Nosotros les creímos. Y una vez más nos decepcionaron. Si había un momento en nuestra historia era éste; para demostrar que se podía dejar de robar a la gente, dejar de mirar solo el interés propio para pensar en el bienestar de la mayoría; para dejar de enriquecerse con plata sucia que te pasan por debajo de la mesa. Porque pensábamos, que con la salud de la gente no se juega, no señora.
168 días después de iniciada la cuarentena pasaron tantas cosas que algunas ya las olvidamos. Lo bueno, lo malo y lo peor.
Al lado de la solidaridad que despertó con las ollas populares, que todavía en estos días es el medio de sobrevivencia de tantos paraguayos que se quedaron sin trabajo, desamparados por un Estado bien organizado solo para repartir privilegios; fuimos testigos también de los destellos de autoritarismo. Cada vez que la Policía o la Fiscalía actuaban con furia cuando el susodicho era un pobretón, pero se quedaron ciegos, sordos y mudos ante la escandalosa boda de la hija de Horacio Cartes.
La crisis económica ya venía de atrás, pero con la pandemia se cebó, como siempre en los más pobres. Miles y miles están sin trabajo y sin ingresos, y otros miles obligados a soportar condiciones de trabajo inaceptables desde que fueron conquistados los derechos de los trabajadores hace un siglo.
El Estado paraguayo es rico, y tiene suficientes recursos para evitar que ningún compatriota pase hambre o frío o pueda acceder al hisopado.
El problema es la angurria de los miserables que administran el Estado. Municipios y gobernaciones son entidades inútiles, que solo sirven para llenarse de planilleros. Así como retacean la merienda y el almuerzo escolar a los pobres, hay gobernadores que no se enteran de que los frutilleros de Areguá están malvendiendo sus productos porque nadie tiene plata. Esta fue una buena oportunidad para mostrar para qué mantenemos una gobernación.
El pico que tanto le reclamaron a Sequera se acerca y ninguna cuarentena social lo va a detener, porque estúpidamente desperdiciaron el capital de credibilidad que había, por eso hoy todo un país está en rebeldía; y el capitán Mazzoleni ya no es visto como el rey del rockanroll sino como el mismísimo Lex Luthor.
Yuval Hariri, historiador y filósofo de moda, decía en una entrevista, que “En una democracia, cada uno es responsable de sí mismo”. Miedito da analizar el alcance de esa idea que suena egoistona pero que quizá ayude a encarar este, que puede ser uno de los momentos más jodidos de nuestras vidas. Así que cuidáte vos y a los que están alrededor, y que el pico nos agarre confesados.