Por Andrés Colmán Gutiérrez | @andrescolman
Me encantaría salir a la calle, a pie o en bicicleta, y ver que los automovilistas se detienen gentilmente en las esquinas a ceder el paso. Subir a cualquier ómnibus del transporte público y sentir que somos tratados como seres humanos y no como ganado, en un vehículo en buenas condiciones mecánicas, con asientos limpios y lugares reservados para personas con discapacidad, con marchas sin carreras locas... y que te cobren el precio justo por el pasaje.
Me gustaría ver que ya no hay niños y niñas humildes mendigando en los semáforos, porque las instituciones estatales se ocupan de protegerlos debidamente, de darles oportunidades de trabajo a sus familias, de proveerles vivienda y educación dignas.
Nada me complacería más que ver a nuestros pueblos originarios habitando en su propia tierra asegurada por el Estado, con las condiciones necesarias para desarrollar su vida comunitaria, con valores de su propia cultura, sin que el resto de la población los discrimine, ni los desprecie, solo por ser diferentes.
Sería fantástico ver que cada habitante de esta tierra cuida y protege responsablemente sus recursos naturales. Que nadie arroja basura a las calles, a los ríos y arroyos. Que los cauces de agua recuperan su pureza y todos los podemos disfrutar responsablemente. Que los bosques que todavía quedan son cuidados como tesoros invaluables, y los desiertos son reforestados. Que la agricultura y la ganadería empresarial se desarrollen con el debido respeto al medioambiente, y la producción agroecológica y comunitaria tiene igual o mayor apoyo gubernamental.
No debería ser un sueño imposible que existan líderes políticos honestos y patriotas, al servicio del bien común. Que la gente aprenda a conocerlos y a elegirlos con conciencia crítica, para distinguirlos de los bandidos y los sinvergüenzas. Que todos son cotidianamente vigilados por la activa participación ciudadana, y son debidamente castigados cuando incurren en hechos de corrupción y traicionan el mandato popular.
Imagino también a medios de comunicación social más democráticos y responsables, en donde las noticias no son mercancías, sino un derecho humano vital. Imagino a una sociedad con necesidades básicas satisfechas, sin violencia social ni delincuencia, en donde uno pueda caminar tranquilamente por las calles y espacios públicos, en donde la policía no te infunda temor ni desconfianza, sino protección y seguridad.
Hoy es 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes, a muy poco del Año Nuevo, y la tradición popular nos permite fantasear con lo inverosímil, imaginar otro Paraguay posible. Pero ¿y si intentáramos hacerlo realidad, en lo que de cada uno de nosotros depende...?
¡Que tengan todos y todas un feliz 2014...!