Dos grandes exposiciones protagonizan este comienzo de año en el museo ruso. Por un lado la dedicada a “Las cuatro estaciones” y a su reflejo en los estados de ánimo de los artistas, y por otro “La Sota de Diamantes”, centrada en el movimiento artístico de ese nombre, con obras de Malévich o Mashkov.
A través de 88 obras fechadas entre 1792 y 1987, la sede del Museo Estatal de Arte Ruso de San Petersburgo en la capital malagueña recorre distintos estilos y motivos con el denominador común del paso del tiempo en “Las cuatro estaciones”.
El paseo comienza en el invierno, una larga estación que abarca desde noviembre hasta marzo, con temperaturas a veces entre los 10 y los 30 grados bajo cero, que dificultan la vida cotidiana, aunque los artistas supieron plasmar también los momentos de juegos y entretenimiento, como John Atkinson en la obra “Descenso por los toboganes a orillas del Nevá".
“Dicen que los rusos beben mucho vodka, pero no es cierto... aunque cuando la temperatura baja de -30 grados, hay que calentarse de alguna manera”, bromeaba hoy en una visita guiada por la exposición Evgenia Petrova, directora artística del Museo de San Petersburgo.
Kustódiev pintó en “Máslenitsa” (“Carnaval”) la fiesta con la que se festeja el fin del invierno, y Natalia Goncharova un bosque con gran lirismo y fuerza expresiva.
Petrova admite que las obras de la primavera quizá no serán entendidas por el público español, “porque todavía hay nieve”, pero es el momento “en el que se derrite la nieve, aparece la tierra y la hierba, empiezan a trinar los pájaros y surgen las emociones de la nueva vida”.
En este apartado están autores que, tras el estalinismo, cuando estaban ceñidos a temas patrióticos como los gobernantes o las reuniones de partido, en el denominado “deshielo” pudieron abrirse a otros temas y mostrar la vida cotidiana, como Ivánov en “Movimiento de hielos” o Gavrílov en “Marzo alegre”.
Ya en el verano, Kuindzhi inmortalizó el arco iris, y Deineka supo, sin apartarse de los cánones del realismo socialista, mostrar el paisaje ruso en “Vastedad”, mientras que, en “Baño de los caballos”, Plástov presentó en 1938 unos desnudos que habrían sido impensables durante la época de Stalin, apuntó Petrova.
El otoño es muy breve en Rusia, desde la segunda mitad de septiembre hasta finales de octubre, pero regala a la vista estampas como la de un bosque “ardiendo, con hojas de un rojo o un amarillo intensos”, en las que los pintores transmiten a veces su añoranza por el reciente verano, y en este apartado están autores como Kivshenko, Savrásov, Levitán o Korovin.
El Museo Ruso de Málaga presentó hoy también su nueva exposición temporal, “La Sota de Diamantes”, dedicada al movimiento artístico que surgió como una reacción frente a lo que entonces se llamaban “pintores de salón”.
Estos autores se orientaron hacia un arte más popular y emplearon en ocasiones “formas brutales, imposibles en el anterior arte dirigido a la burguesía”, según Petrova.
Entre las 55 obras expuestas en Málaga hay dos de Malévich, un autorretrato y una naturaleza muerta, y piezas que dan idea de la ruptura que supuso este grupo, como la de Mashkov “Autorretrato y retrato de P.P. Konchalovski”.
Natalia Goncharova, que posteriormente se alejaría de este grupo, está presente con varias piezas como las dedicadas a los cuatro evangelistas, que a pesar de su temática “causaba sentimientos negativos a las personas religiosas”, señaló Petrova.
Este grupo influiría de forma importante a la vanguardia rusa, y la exposición permite mostrar sus inicios, “cuando aún el arte era figurativo, pero los pintores se iban alejando de los estilos que entonces eran populares en Europa”, según la directora artística del Museo de San Petersburgo.