10 jun. 2025

El Israel de Santiago Peña

En su discurso de agradecimiento al Comité Judío Estadounidense (AJC), por el Premio Gesher, el presidente de Paraguay, Santiago Peña, posicionó a su país como uno de los aliados más firmes de Israel. Lo hizo abrazando la idea de que el principal problema a tener en cuenta es el derecho a la defensa de Israel, y que las amenazas están relacionadas con el antisemitismo sufrido por los judíos hace centurias.

El punto de partida de tal argumento no podía dejar de ser el aborrecible ataque terrorista a Israel y la toma de rehenes del 7 de octubre de 2023, por parte de Hamás. Sin duda, las amenazas a la seguridad de Israel son reales. Las cartas fundacionales de organizaciones como Hamás o Hezbolá se refieren a la obliteración de Israel. La cuestión, sin embargo, no es descartar tales realidades, sino entender las limitaciones de ese análisis de la situación cuando se piensa en el desarrollo de la política exterior del país.

El Israel de hoy es muy diferente a aquel Israel emergente que se abrió camino en los territorios de Palestina. No es solo el Israel amenazado por los países vecinos, sino también el Israel amenazante. El presidente de Paraguay no tomó en cuenta lo que está sucediendo en los territorios ocupados en Cisjordania o en Gaza.

Hoy, el término “Gran Israel” ya es un proyecto concreto y en desarrollo, alentado por la derecha israelí, desde el Likud hasta el Sionismo Religioso y Fuerza Judía, liderado por Itamas Ben Givir. Ese proyecto se ha asentado en los territorios ocupados, ahora reclamados como Judea y Samaria por los colonos. Ahí se ha desarrollado un sistema de apartheid, con segregación territorial, expansión de asentamientos, desplazamientos forzosos. Con diferencias legales: Los colonos israelíes están sujetos a la ley civil israelí, mientras que los palestinos viven bajo estatutos militares.

Tampoco mencionó el presidente Peña cómo aquella “defensa” de Israel se ha venido transformando. De una respuesta militar desproporcionada a una violación del derecho humanitario, y ahora un genocidio, con crímenes de lesa humanidad. En su discurso, el presidente hace un parangón entre el pueblo judío y el pueblo paraguayo, comparando el holocausto y los ataques a Israel, con la Guerra de la Triple Alianza que devastó el Paraguay en el siglo XIX. ¿No será que un parangón más actual pueda ser los bombardeos y muertes de niños y mujeres palestinos en Gaza? ¿Por qué escoge uno y no el otro? Nos parece que los paraguayos estarían contestes con la crítica al genocidio en general, porque todos son condenables.

La verdad es que el presidente no quiere caer en la cuenta de que la causa actual no es la condena del antisemitismo. Figuras destacadas de la diáspora judía y dirigentes políticos del propio Israel lo están diciendo abiertamente. El país está siendo guiado por un sionismo nacionalista extremo, que sueña con la posibilidad de expulsar a aproximadamente 6 millones de palestinos de sus territorios.

En efecto, como dice el muy conocido internacionalista John Mearsheimer (un realista nada proclive a sentimentalismos o posicionamientos éticos), Israel está en serios problemas. Se ha negado a reconsiderar la solución de los dos Estados, impuso un apartheid en los territorios ocupados y su proyecto del Gran Israel se basa a fin de cuentas en la limpieza étnica.

En revisiones que se han hecho del actuar de Yitzhak Rabin, ex primer ministro de Israel, firmante de los Acuerdos de Oslo con la Organización de Liberación Palestina y luego asesinado por un extremista sionista, quedó una reflexión que él hacía y que se refería a la “inevitabilidad de un Estado palestino”. Es decir, a pesar de las conquistas militares israelíes y la ocupación de territorios, el camino de la paz se fundamentaba en el reconocimiento mutuo y en la deposición de las armas, de ambos lados.

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Eduardo Villalba — @favillalba90