El discurso inaugural presidencial es como la Constitución. Es la línea que traza el marco general de cómo el nuevo gobierno orientará su gestión en los próximos cinco años.
Santiago Peña (44) asumió la presidencia de la República hace 6 días. Se comprometió a ejercer un “liderazgo firme y ético” basado en los principios de la transparencia, integridad y servicio público. Destacó que establecerá puentes de diálogo y cooperación con todos los sectores.
Habló de la necesidad de hacer eficiente el Estado y otorgó garantías al sector privado para llevar adelante su promesa más audaz: crear 500 mil empleos en cinco años.
Hubo ausencias escandalosas en su discurso. No habló de la problemática de la tierra, ni de los niños, los indígenas ni las mujeres, ni de derechos humanos en el país más desigual del mundo. Omisiones que no son olvidos, sino una marcada línea ideológica de las prioridades del sector más conservador colorado que ahora tiene el timón del Estado.
Un discurso es una promesa, una voluntad que tiene como contracara la dura realidad y hasta contradicciones cuando la acción va de contramano a las palabras. Que ya se notan.
LO QUE QUIERE. LO QUE ES. Peña asumió con algunas minas en su camino colocadas por su propio partido político. Empezando por la cuestión geopolítica. En su discurso destacó las relaciones con Taiwán y se decantó por Ucrania, comparando su situación con Paraguay durante la Guerra de la Triple Alianza, dejando en ascuas a Rusia, uno de los mayores compradores de la carne paraguaya. A la tensa relación con EEUU (por el caso Cartes) y la Unión Europea, ahora sumó a los rusos en la lista gris.
La derogación del convenio sobre educación con el bloque europeo se convirtió en un laberinto cuya salida es dramática sea cual fuere el camino que tome. La irracional decisión de Diputados al eliminar el acuerdo y con ello poner fin a la millonaria cooperación no es otra cosa sino un disparo a la débil seguridad jurídica del país ante el mundo. El Gobierno activó mecanismos para salvar el acuerdo, pero el costo será alto con sus bases ultraconservadoras con representación en el Congreso, que ven la realidad en blanco y negro. Si deroga el convenio, el problema será mucho más grave, y el experimentado canciller Ramírez Lezcano lo sabe.
La reingeniería del Estado con la promesa de hacerlo más eficiente y que ya empezó con la fusión de algunas instituciones es su proyecto más desafiante. Por citar un ejemplo: cuando habló de luchar contra la pobreza aclaró que lo hará evitando la dispersión y duplicación, porque propician la corrupción. “El foco de la lucha contra la pobreza es la persona vulnerable, no un conglomerado de instituciones paquidérmicas que acumulan licitaciones, generan clientelismo y despachan prebendarismo”, dijo definiendo el estado del Estado gobernado hace 7 décadas por la ANR. He aquí uno de los puntos complejos de su promesa, porque el enemigo duerme en su cama. Peña llegó al poder gracias a la ANR, un partido/Estado, corrupto, prebendario, clientelar y principal responsable de que el 74% de los ingresos tributarios se gasten en salarios públicos. ¿Cómo hará para hacerlo más eficiente? ¿Qué hará con el ejército de planilleros cuyos padrinos políticos le permitieron llegar al poder? ¿Le permitirán los caudillos usar la tijera para podar la grasa de la que se alimenta la maquinaria partidaria? Todo gobierno que asume pretende reformar el Estado, pero hasta hoy fue imposible. El caso más reciente fue la pomposa presentación en el 2020 del anterior gobierno colorado, cuando el vicepresidente Hugo Velázquez fue al Congreso documento en mano. Que ni siquiera se discutió. Solo sirvió para el show mediático y político. Veremos cómo le va al nuevo gobierno colorado en el viejo plan de la reforma estatal.
Otro asunto que tocó con crudeza fue la cuestión salud. En esta área fue vehemente. “Basta de largas filas de espera, agendamientos interminables. En Salud los errores se pagan con vidas, por eso no habrá segunda oportunidad para los que fallen”. Pero no es tan fácil. La nueva ministra de Salud y el titular del IPS le aclararon que no es realizable a corto plazo. Este ministerio es una seccional colorada, entrampada en decenas de sindicatos que hacen lo que quieren gracias a su militancia partidaria. De hecho, Peña cerró su campaña en el IPS, donde el “ejército blanco” se puso a sus pies.
Ya asumieron todos los ministros. En el primer tiempo, se repetirá la vieja película del susto del muerto del degollado. Para ganar tiempo, enumerarán el desastre de la herencia del anterior gobierno colorado, relato que servirá por un plazo determinado porque la gente quiere soluciones, no diagnósticos.
En un contexto de hegemonía colorada, la ejecución de los planes no debería tener obstáculos, pero cualquier presidente lo sabe: el mayor obstáculo de un gobierno colorado es el Partido Colorado.