Una parte de la pérdida de poder adquisitivo se encuentra en el fuerte impacto que tienen los alimentos y el transporte en la canasta de las familias trabajadoras, cuyos precios subieron 83% y 44%, respectivamente, en el mismo periodo.
En Paraguay, el ingreso laboral constituye el 85% de los ingresos familiares. A eso hay que agregar las transferencias de los parientes tanto fuera (remesas) como dentro del país, que también provienen generalmente del trabajo remunerado.
Pero el malestar ciudadano no solo radica en el aumento de los precios, sino también en la calidad tanto de los alimentos como del transporte público. En el primer caso, el deterioro de los ingresos laborales se traduce en una menor capacidad para adquirir alimentos. Se cumplen las infelices expresiones de un político que señaló que quien no puede comprar carne prémium, es decir, de calidad, que compre carne popular con grasa o hueso. Tarde o temprano, esta decisión repercutirá en la salud nutricional con altos costos económicos y en el bienestar de paraguayos y el mayor costo también para la salud pública.
En el segundo caso, el del transporte, una de las mayores quejas ciudadanas y de los trabajadores en particular, es el del pésimo transporte público, caro tanto para el Fisco como para la ciudadanía. Caro para todos, ya que un mal servicio de transporte público no es solo un problema para los usuarios, sino para la economía en general por la pérdida de productividad.
El problema de la inflación no se limita a la solución simplista del ajuste en el presupuesto familiar. Es un problema estructural que termina afectando gravemente a la calidad de vida y al malestar ciudadano, poniendo en riesgo la gobernabilidad.
Por otro lado, también tiene costos a las finanzas públicas por varias vías. Como se señaló, el deterioro de la salud nutricional de la población se traduce en una presión al sistema de salud que en lugar de prevenir enfermedades con políticas de acceso a alimentos sanos con precios justos termina gastando en enfermedades crónicas, como la diabetes, presión alta, cánceres relacionados con la alimentación, entre otras patologías altamente costosas.
En segundo lugar por el costo de los alimentos que compra el sector público. Uno de los programas más importantes por el monto involucrado es el de alimentación escolar, que está pagando precios elevados, siendo un país productor de los alimentos que conforman la canasta alimentaria y la cultura gastronómica. La ausencia de un programa sólido de producción de alimentos no solo eleva los precios para las familias, sino también el presupuesto público.
El crecimiento debe traducirse en calidad del trabajo remunerado y, por ese camino, en bienestar.
Si las condiciones de vida se deterioran porque la inflación carcome los ingresos laborales no se puede hablar de calidad del crecimiento.