Parecería que el simple sentido común dictara como algo natural que la “cosa pública” debe ser separada claramente de la “cosa privada”. Lo lógico es, entonces, que el gobernante de un país se dedique a gobernar desde la sede de sus funciones y atienda sus cuestiones personales fuera de ella.
Para Nicanor Duarte Frutos, sin embargo, no es así. Cayendo en lo mismo en que incurría el dictador Alfredo Stroessner, su despacho se convirtió en el espacio ideal para atender los temas que atañen a sus intereses particulares, centrados sobre todo en el cambio de la Constitución para dar vía libre a la reelección y a otros temas político-partidarios.
Esa actitud se encuadra en la mentalidad tradicional del colorado –con 60 años ininterrumpidos de ejercicio del poder–, que considera lo público como algo de su propiedad, sin considerar que es un bien colectivo que no puede utilizar más que para fines concretos vinculados a su tarea específica.
El vicepresidente de la República, Luis Castiglioni, abruptamente lanzado a la tarea de captar adeptos que apoyen su precandidatura dentro de la Asociación Nacional Republicana (ANR), entró también al juego de la máxima autoridad nacional al usar la Vicepresidencia como lugar para recibir a sus correligionarios y hablar de lo que únicamente les concierne a ellos.
De estas extralimitaciones es que la ciudadanía está cansada. Los administradores de la nación malgastan el dinero de los que pagan sus impuestos en entrevistas de las que la colectividad no saca ningún provecho. Es tiempo perdido para la búsqueda del bien común.
Mientras tanto, los grandes problemas nacionales se van agravando cada vez más por la falta de liderazgos que marquen las pautas a seguir para solucionarlos.
La crisis económica, de la que no se vislumbra ninguna salida, la inseguridad creciente, los bajos precios de los productos agrícolas de los campesinos de zonas minifundiarias, el contrabando, las industrias que se cierran o no tienen los incentivos necesarios para expandirse, la miseria en aumento, las embajadas sin embajadores y la mendicancia de niños son algunos de los temas que requieren atención y respuesta urgentes.
Lo que atañe a la reelección y a la promoción de una precandidatura requiere espacios particulares ajenos a la labor de gobernar el país.
Al estudio y a la búsqueda de métodos que ayuden a superar esos obstáculos es que el presidente y el vicepresidente –cada cual dentro de los roles que les toca desempeñar, de acuerdo a lo establecido por la Constitución– deben dedicarse con el mayor ahínco. Eso es lo que se espera de ellos.