El ataque se produjo el sábado en el distrito de Sherzad, en la provincia de Nangarhar, cuando “un individuo en uniforme afgano abrió fuego contra un combinado de las fuerzas estadounidenses y afganas con un arma automática”, reveló este domingo el portavoz de las tropas de EEUU en Afganistán, el coronel Sonny Leggett.
Los seis soldados norteamericanos están recibiendo atención médica en una base de EEUU y por ahora el ataque es investigado para aclarar más detalles de lo sucedido, concluyó en un comunicado el portavoz, sin aportar más detalles.
El Ministerio de Defensa afgano confirmó en otra nota las víctimas militares en el bando estadounidense y añadió que también murió un soldado afgano y que otros tres resultaron heridos, al tiempo que anunció una investigación de “alto nivel” del incidente.
“Ataques como estos de nuestros enemigos fracasan en su intento de afectar negativamente en la amistad y el espíritu de cooperación entre las ANDSF (fuerzas de seguridad afganas) y las fuerzas estadounidenses. Continuaremos juntos nuestra lucha contra el terrorismo”, subrayó el comunicado.
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Ningún grupo ha reivindicado la autoría del atentado en Nangarhar, una de las provincias más conflictivas de Afganistán y que ha contado tradicionalmente con amplios territorios controlados por los talibanes y miembros del grupo yihadista Estado Islámico (EI).
“Nuestra investigación en relación al incidente de Nangarhar continúa. Por ahora no podemos añadir nada más”, explicó a Efe el principal portavoz talibán, Zabihullah Mujahid.
Este ataque se produce en medio del proceso de conversaciones de paz en Catar durante los últimos meses entre delegaciones estadounidenses y talibanes, que según estos últimos se encuentran muy avanzadas, con la firma de un acuerdo cada vez más próxima.
Lo ocurrido, sin embargo, podría suponer un nuevo obstáculo en esas negociaciones si se confirma que los talibanes están detrás de los hechos.
Ya el pasado setiembre el presidente de EEUU, Donald Trump, interrumpió de manera abrupta las conversaciones de paz iniciadas hacía un año en Doha tras la muerte de un soldado estadounidense en un atentado talibán en Kabul, y no las retomaría hasta tres meses después.
El borrador del acuerdo que talibanes y EEUU finalizaron en setiembre y que contemplaba la retirada de más de 5.000 soldados estadounidenses en los primeros 135 días tras su firma, no fue modificado en la nueva ronda negociadora, pese a que los talibanes se negaron a declarar un alto el fuego, como exigía la contraparte.
Sí hablaron de una reducción de la violencia, según los propios insurgentes reconocieron a finales de diciembre.
Afganistán vive una cruenta guerra desde que en 2001 una coalición liderada por Estados Unidos derrocó del poder al régimen talibán, que desde entonces combate para volver a controlar el país, donde en la actualidad dominan amplios territorios.