26 jun. 2025

Dos siglos de amores y desamores al guaraní

A lo largo de 200 años, la vida del guaraní no ha sido fácil. El poder político solo a ratos estuvo de su lado. Y cuando esto ocurrió nunca fue un apoyo tan decidido que fijara con base sólida la construcción de un bilingüismo coordinado.

Si la lengua indígena sobrevive no es porque los gobiernos hayan hecho lo suficiente por su supervivencia sino porque el pueblo, la mayoría, lo habló y lo habla en las diversas circunstancias de la vida.

La primera exclusión oficial del guaraní surge poco después de la Independencia del 14 y 15 de mayo de 1811. Un tal Pedro Vicente Cañete, asesor de las primeras formas de gobierno autónomo que se iban ensayando, prohibió su uso en las escuelas. El único que se le opuso fue José Gaspar Rodríguez de Francia.

El Supremo, cuando quedó como dueño y señor de la República recién nacida, apostó al guaraní como señal de identidad inequívoca. La evidencia más rotunda de esa adhesión se da al oficializar como Himno Nacional el Tetâ purahéi, de Anastasio Rolón, según datos proporcionados por el historiador Roberto A. Romero en su libro Protagonismo histórico de la lengua guaraní.

ENEMIGO. Carlos Antonio López fue enemigo del guaraní. El primer gran zarpazo le da cuando él mismo -muy posiblemente- traduce el himno de Francia al castellano. Algún tiempo después encargó al uruguayo Francisco Acuña de Figueroa la letra del Himno Nacional que hoy conocemos.

No solo eso: López ordenó la desaparición de los apellidos guaraníes en 1848. Los indígenas, hasta entonces, tenían nombres españoles (Luis, Ángel o Carlos) y apellidos guaraníes (Aguaí, Tapé, Aguará). Desde aquel día, por la cercanía de sonidos o traducción, Yvoty pasó a ser Flor o Flores; Satî, Saldívar; Chepí, Chena, etc.

El segundo López -Francisco Solano- fue amigable con el guaraní porque las circunstancias lo requerían. En plena guerra convocó, por otro lado, un congreso para unificar la grafía del guaraní de modo a utilizarla en los periódicos de los frentes de batalla.

En medio de los combates nacen los dos primeros monumentos de la música paraguaya: Campamento Cerro León y Che Lucero Aguai’y.

FUERA DE LAS AULAS. Después de la Guerra Guasu (1864-1870) comienza un largo calvario. Ya ocupada Asunción y con los denominados legionarios en el gobierno, siguieron los dictados de Mitre. Es célebre la anécdota de este que le preguntó a Domingo Faustino Sarmiento cómo se podría destruir al Paraguay. “Destruyendo el guaraní", le replicó.

Ese fue el rumbo seguido por los que asumieron el gobierno tras la guerra. Cirilo Antonio Rivarola emuló a Cañete y expulsó también al guaraní de las aulas y las instituciones públicas. Similar actitud, en formas más o menos explícitas, asumirían otros gobiernos. A comienzos del siglo XX, hubo un jefe de policía argentino que prohibía a sus ta'ýra usar nuestra lengua.

LOS POETAS. Alrededor de 1920 aparecen en escena los grandes sostenedores del guaraní: los poetas. Narciso R. Colmán (Rosicrán), Emiliano R. Fernández, Darío Gómez Serrato, Félix Fernández, Fontao Meza y otros -con el valioso aporte de la revista Ocara poty cue mí para la escritura, la difusión y la musicalización de las letras- son los principales.

En la Guerra del Chaco, el guaraní vuelve a ser protagonista.

Transcurren muchos años sin que nadie le diera importancia al guaraní.

La Constitución de 1967 declara al guaraní lengua nacional. Estaba en inferioridad de condiciones con respecto a la oficial, el castellano. Sin embargo, la situación del guaraní empieza a cambiar. Una División de Lengua Guaraní del Ministerio de Educación y Culto lo ratifica.

La Carta Magna de 1992 iguala en los papeles a ambas lenguas dándole el estatuto de oficial al guaraní en uno de sus artículos. En otro, determina que la primera enseñanza de los niños se realice en lengua materna.

LEY DE LENGUAS. El año pasado, después de 18 años de esperas, idas y venidas, el Congreso aprobó la Ley de Lenguas.

El instrumento legal crea la Secretaría de Políticas Lingüísticas que es la autoridad de aplicación de las normas, la Dirección de Planificación Lingüística y la Dirección de Investigación Lingüística así como la Academia de la Lengua Guaraní.

Entre las funciones de la academia se citan la normativización de la lengua, el establecimiento de un alfabeto definitivo, la elaboración de una gramática y un diccionario así como la identificación de “los mecanismos más adecuados para el enriquecimiento lexicológico... en especial de aquellos que le permitan crecer y modernizarse sin alterar esencialmente su estructura fonética, morfosintáctica y discursiva”.

Este Bicentenario aún adeuda la implementación de esta ley fundamental para la supervivencia del guaraní en tiempos de globalización.

200 AÑOS DE LA INDEPENDENCIA

EL IDIOMA DE LAS TRINCHERAS

En la Guerra contra la Triple Alianza, a través de los periódicos El Centinela, Cabichui y Cacique Lambaré se publicaban textos ilustrados para ridiculizar a los enemigos y elevar la moral de los combatientes.

En la Guerra del Chaco, el que sería post mortem Mariscal José Félix Estigarribia ordenó que las comunicaciones se hagan “exclusivamente en guaraní" con el agregado de que las comunicaciones secretas tenían que ser cifradas.

Los guaraníes bolivianos que fueron traídos al frente no pudieron descifrar los mensajes.

El “santo y seña” era en guaraní: Yvoty, Jasy ra’y, Mberu y otros vocablos.