25 abr. 2024

¿Dónde están?

Confieso que quedé impactado al enterarme de la cruel historia de Emanuela Orlandi, una adolescente italiana, residente en Ciudad del Vaticano, que lleva 40 años desaparecida. El documental La chica del Vaticano, que se puede ver por servicio de streaming Netflix, logró poner el foco hacia este flagelo.

Hasta hoy día no hay certeza si Emanuela sigue viva, quiénes fueron las que la llevaron; el caso está cubierto de un nauseabundo manto empolvado de un sinnúmero de especulaciones. La adolescente, que entonces tenía 14 años, salió de la escuela de música donde estudiaba flauta traversa, en Roma, y en el camino a su casa fue abordada por alguien que la subió a un auto, tras lo cual desapareció sin dejar rastro hasta el día de hoy.

El documental, que tuvo alto suceso en varios países, trasluce en sus capítulos esta batalla entre la memoria y la justicia, contra el olvido y la indiferencia, donde casi siempre termina ganando la segunda dupla.

El dolor de una familia y su lucha por mantener viva la memoria se ahogan en un mar de informaciones más importantes, llevando a la sociedad a asumir el triste papel de cómplice por su inacción o por omisión.

En Paraguay no estamos exentos a esta realidad y también fuimos testigos de casos que indignaron en sus comienzos, pero que fueron perdiendo terreno en la lista de prioridades.

Yuyu, Dahiana Espinoza son dos de los rostros que visibilizan ese mal que nos aqueja.

Uno de los misterios sin resolver es la desaparición de la pequeña niña francesa de 7 años, que fue vista por última vez 5 de abril de 2020, de su vivienda ubicada en la ciudad de Emboscada, Departamento de Cordillera.

El Ministerio Público ha realizado una serie de allanamientos en torno al caso, todos infructuosos. No hay rastros de la niña y tampoco parece haber voluntad de encontrarla; ya no se anuncian allanamientos ni operativos. Tanto el Ministerio Público como la Policía, parecen haberse tomado vacaciones.

Su madre y su padrastro, responsables de su cuidado, estuvieron bajo la lupa de la justicia por un tiempo, pero hoy están libres sin revelar lo acontecido con la niña y el porqué de su extraña desaparición.

Los primeros tiempos el caso tuvo harta repercusión y se llegaron a realizar movilizaciones, pero la impunidad se hizo más fuerte, al punto de que hoy en día ya casi nadie se indigna por esta mancha vergonzosa de las tantas que tiene nuestra sociedad.

Lo mismo ocurre con Dahiana Espinoza, una joven madre de la que no se sabe nada desde hace más de dos años y que ya fue dada por muerta por parte de las autoridades. El pasado 22 de setiembre, se cumplieron dos años de su desaparición.

Este suceso es de los pocos que logró vencer al anonimato entre las miles de personas que desaparecen en una sociedad que se autopercibe como una dama de alta moral y se jacta de conservar valores que no se traducen en hechos.

La División de Búsqueda y Localización de Personas de la Policía había revelado que el año pasado unas 2559 personas fueron denunciadas como desaparecidas. Entre ellas hay rostros y nombres que ni siquiera conocemos, pero que tienen una familia atrás que está sufriendo la angustia porque no están.

¿Cómo es posible que obviemos esta realidad? ¿Por qué no estamos saliendo en masa por las calles exigiendo resultados a las personas que tienen a su cargo encontrar a nuestros seres queridos?

Está desapareciendo el sentido de la solidaridad y la humanidad que nos caracterizó siempre.

No podemos permanecer indiferentes ante esta situación.

En los papeles, nos presentamos como una nación que defiende y protege la vida, pero la realidad muestra su otra cara: La ignominia que representa la cobardía de mirar para otro lado.

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