20 abr. 2024

Día de la Mujer Paraguaya

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Josefina Plá – 28 de enero 1989

El día así señalado en la nómina de nuestras conmemoraciones gratas es solamente –y sé que he dicho ya algo semejante en más de una ocasión– uno de los trescientos sesenta y cinco días del año. Se distinguirá, es cierto, de los otros en que durante sus veinticuatro horas escucharemos juntos más elogios a la mujer que durante los restantes trescientos sesenta y cuatro. Elogios que, por supuesto, no dirán mucho de nuevo: Que la condecorarán verbalmente con todos los áureos reflejos del sacrificio, de la abnegación y del heroísmo que señalan su paso por la historia. Bella, en efecto; casi mítica, en una sencilla grandeza, es esa historia. Tal vez por eso no se piensa mucho en que pueda ampliársela, dándole ocasión a la mujer para flamear a otras facetas.

Así, por lo menos para un porcentaje crecido de estas mujeres, la vida seguirá la misma; una vida de lucha por la existencia, no solo de la propia, sino también de otros. Sin necesidad de trasladarnos a las áreas rurales, donde la mujer es con frecuencia cabeza de familia, en peldaños más altos de la escala socioeconómico-cultural son millares las mujeres que mantienen ellas un hogar donde hay ancianos, o niños, o ambos; hogares de maestras, de empleadas, de obreras, que mantienen a padres ancianos o a hermanos menores. El Día de esta Mujer, así, tiende más bien a ser un recuento del pasado; no una visión de porvenir.

Y, sin embargo, esta última sería la manera más útil y adecuada de celebrar el Día de la Mujer Paraguaya. Los días celebratorios, sean ellos de historia o de cultura en general –Día de la Independencia, Día de los Héroes, Día de la Paz, Día de la Amistad, Día de la Madre, Día del Padre, Día del Abuelo (este parece que no existe más)–, se demuestran con ofrendas. Como principio no está mal, y todo el mundo puede aportar, por pobre que sea, un obsequio bienvenido: Un beso, una rosa, un “Papá (o Mamá), ¡cómo te quiero...!”, pueden, en el ámbito familiar, ser regalos cuyo valor sólo conocen quienes los reciben. Pero una celebración que tiene carácter cívico – ¿cómo podría construirse la familia, el país, el mundo, sin la mujer?– cabría, sin que el planeta sufriera colapso, celebrarse de manera que esa celebración a

su vez fuera índice de la estimación que concede la sociedad a las que durante siglos han ido acumulando méritos demostrando que si la historia sigue marchando en ese progreso, ellas continúan siendo parte activa. Cada vez más activa. Más dinámica en su participación material y acción espiritual.

El año 88, por ejemplo, no fue precisamente espléndido en sus obsequios colectivos a la mujer. Ella continúa siendo la menor de edad que no puede disponer de su persona como sujeto de trabajo ni de sus bienes sin permiso del marido. En los homenajes verbales o escritos que se le prodigan figurarán, justos o infaltables, los recordatorios de lo que hizo en el pasado. Pero la mujer que fue capaz de reconstruir una patria no es considerada capaz de administrar plenamente sus propios bienes... ¿No hay en esto un pequeño contrasentido? No puede ella fiscalizar el uso que el marido haga de sus bienes propios (los de él) y tampoco tiene la libre disposición de los suyos... (Al menos, así lo hemos creído, deducir de los comentarios que de esas disposiciones se hicieron).

El mejor reconocimiento que a la mujer paraguaya puede hacerse en cualquier momento –¿y cuál mejor que su día?– sería la abolición o derogación de disposiciones como las que se han citado. La patria tiene una deuda con la mujer de la tierra; deuda difícilmente saldable, o mejor dicho aumentará mientras existan desigualdades o discriminaciones como las señaladas y otras muchas. No las especificó Eloy Fariña Núñez; pero a ellas se refería cuando, en el Canto Secular, en su vibrante verso reclamaba para la mujer:

¡Elévese su rango ante las leyes!

Más de tres cuartos de siglo han pasado desde entonces. Pero, hasta ahora no es mucho lo que se ha hecho para elevar ese rango. Es cierto que la mujer se ha abierto camino a pulso y por sus solos méritos, en todas las profesiones liberales, y eso sí que es un gran paso. Pero siguen quedando en pie paradojas como la que supone esa situación de “minoría de edad” mencionada.

Sin embargo, durante ese año, y los que vendrán –así lo esperamos–, la mujer seguirá probando sencillamente, como se demuestra el movimiento, andando, que en sus facultades creativas y organizadoras, en su capacidad al frente de cualquier empresa científica, económica, social, iguala al hombre en su persistencia y empuje...

Digamos simplemente, pues, que la mujer paraguaya celebra ella misma su día, mostrando cada vez más claramente que en la paz como en la guerra puede construir con tanta eficacia como el hombre...

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