30 jul. 2025

Después de 75 años, carretas no arribaron hasta Caacupé

Artemia Villagra Estigarribia dirige la vista hacia el patio de su casa y pareciera estar mirando los preparativos que eran habituales hace apenas un año para ir a Caacupé.

Ahí están su familia y los otros tres clanes Villagra del barrio San Juan de Tavaí, en Pirayú, con los bueyes listos cargando las carretas con los colchones, las sillas, las almohadas. De los hornos y tatakua salen humeantes chipa guasu listos para el trayecto a Caacupé desde Pirayú.

Pero este año, como muchísimas cosas en el mundo, todo es distinto. La pandemia del Sars-Cov2 realizó un corte de ruta a la fe y las carretas, como los peregrinantes, deberán quedarse en sus casas.

“Estamos tristes, pero qué le vamos a hacer, tenemos que cumplir para cuidarnos todos”, dice Artemia mientras desde el amplio patio delantero llega el inconfundible aroma del pasto y tierra húmedos por la lluvia.

La peregrinación de la familia Villagra empezó hace 75 años, como el pago de una promesa de los padres y tíos de Artemia que habían ido a la Guerra del Chaco.

“Ellos empezaron esta tradición después de la guerra. Y volvieron todos a salvo. A mi tío José por ejemplo se le presentó luego la Virgen en el monte”.

El tío de Artemia no podía salir de la espesura boscosa del Chaco, según contó. “Le pidió a la Virgen que le mostrara el camino para salir de ahí. A cambio le prometió que cada año se iría hasta ella. Entonces ella le mostró como una cosa blanca y él siguió eso y así pudo salir y comenzar esta tradición de la familia”.

INICIO

Para los Villagra, los preparativos para la costumbre de ir a Caacupé en carreta ya se iniciaban en febrero, según cuenta la integrante de la familia, con las reuniones mensuales. En ellas iban juntando algo de dinero para costear los gastos del viaje.

La travesía se iniciaba el 5 de diciembre en horas de la tarde. Alrededor de 15 carretas del clan Villagra Estigarribia emprendían la lenta marcha rumbo a la Capital Espiritual de la República.

Los cuatro clanes Villagra que parten desde el barrio San Juan totalizan 45 de los móviles tirados por los bueyes, contó la pobladora de dicha zona. Solo la familia de Artemia suma alrededor de 40 personas durante la peregrinación.

“Nosotros somos nueve hermanos. Vienen desde Buenos Aires también. Esta fiesta es nuestra Navidad y Año Nuevo. Ellos vienen para Caacupé, se quedan unos días más y luego vuelven. Este año no pasó eso”.

Ante la prohibición de ir al Santuario, sobre todo desde ayer que rige la cuarentena total en la capital cordillerana, Artemia señala que deben resignarse a cumplir con las restricciones.

“Y qué vamos a hacer, hay que adecuarse porque es una situación difícil la que vivimos”, dice.

En contrapartida a la imposibilidad de llegar hasta la Virgen, los clanes que se desplazaban cada año realizaron una actividad comunitaria con una misa y tallarinada.

La devota de la Virgen cuenta que aun siendo conscientes de la situación, no pueden evitar sentir tristeza por no ir este año a Caacupé.

“Estamos muy tristes. Tenemos el video del año pasado. En los grupos pasan eso y al verlo lloramos todos de la emoción”, dice al describir el sentimiento que les embarga.

Los bueyes y las carretas no transitaron la Ruta de la Fe este año. Sus pasajeros aguardan el milagro de retomar la promesa el próximo año.