10 oct. 2024

Democracia está en deuda con los secuestrados por el EPP

Las familias de los tres secuestrados por el grupo criminal armado Ejército del Pueblo Paraguayo, EPP, soportan una terrible situación de incertidumbre al no tener información alguna sobre sus seres queridos. Estas personas no solo son víctimas del grupo criminal, que no ha tenido la humanidad de dar información sobre los secuestrados. Lo son también de la desidia de un Estado que poco hace por lograr su liberación y por combatir con eficiencia la situación de violencia e inseguridad que se vive en la zona Norte del país.

La incertidumbre en la que viven las familias de las tres personas secuestradas por el EPP puede calificarse como un cotidiano tormento. Transcurren los días y los años sin que los integrantes del grupo criminal armado muestren al menos un ápice de humanidad para dar información sobre la condición de sus víctimas.

La suerte que hayan tenido los retenidos, las dudas respecto a si todavía están vivos, y la dolorosa pregunta: ¿dónde están?, nos remiten al que probablemente es el capítulo más aberrante de nuestra historia como país: los desaparecidos de la dictadura de Stroessner.

De la dictadura que duró más de tres décadas quedan como un tenebroso saldo 456 personas desaparecidas, 18.772 torturados y 20.090 víctimas directas. Marca la diferencia el hecho de que los 456 desaparecidos fueron víctimas del propio Estado paraguayo, y sus restos nunca han sido hallados; y se debe mencionar el escaso interés demostrado en apoyar la denodada búsqueda de los familiares.

Félix Urbieta, Edelio Morínigo y Óscar Denis fueron secuestrados por un grupo criminal, pero al mismo tiempo son víctimas de la desidia de un Estado que poco ha hecho para recuperarlos, salvo gastar millones de dólares en un inútil aunque costoso operativo.

Los grupos criminales armados que operan en el Norte del país de alguna manera también tienen secuestradas a las familias de sus víctimas, las mantienen en la incertidumbre y la duda, y reiteradamente han ignorado el clamor de estos ante la falta de información sobre sus parientes en cautiverio, que en reiteradas ocasiones rogaron piedad a los líderes y miembros de los grupos armados, sin recibir ningún tipo de respuesta.

El del suboficial de Policía Edelio Morínigo es considerado el secuestro más largo de la historia del país y dura ya ocho años; le sigue el del ganadero Félix Urbieta, el que hace unos días cumplió seis años de plagio, y la retención del ex presidente Óscar Denis, quien lleva secuestrado dos años. Respecto a ellos, ni el Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), el Ejército del Mariscal López (EML) ni la Agrupación Campesina Armada Ejército del Pueblo (ACA-EP) han dado nunca información alguna.

Entre tanto dolor, resulta impresionante la fortaleza mostrada por Obdulia Florenciano, madre del suboficial Edelio Morínigo, que sigue reclamando noticias: “Yo no quiero morir sin saber antes qué pasó de mi hijo. Pero en esta situación me voy a morir antes y eso duele mucho”. La misma firmeza sostiene a las hijas de Félix Urbieta y de Óscar Denis, estas últimas lo han expresado muy claramente: “Somos víctimas, hijas de un padre secuestrado y lo único que queremos es encontrarlo y haremos lo que sea”.

Que en democracia permanezcan secuestradas tres personas, una de ellas durante ocho años, es absolutamente inadmisible e inexcusable. Esta es una deuda que tiene el Estado paraguayo con las víctimas de los grupos criminales armados que los tienen retenidos, y también es una deuda con las desconsoladas familias de ellos.

No hay nada que pueda justificar el abandono de las instituciones a estas personas. No existe forma de explicar el hecho de que varios gobiernos sucesivos hayan destinado tantos millones de dólares cada año, para sostener la Fuerza de Tarea Conjunta en la zona Norte del país, sin haber logrado resultado alguno.

Los criminales grupos armados no solamente tienen secuestradas-desaparecidas a tres personas, y junto con ellas a sus familias, que permanecen en la cotidiana incertidumbre; también de alguna forma mantienen secuestradas las esperanzas de todo un país que necesita justicia, seguridad y un Gobierno que atienda sus reclamos de una vida mejor.

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