“Es demasiado fácil cansarle al estudiante porque somos una población vulnerable; cuando llega el momento de jugarse por algo de repente te aprietan con los examen finales, el calendario académico o cosas así para tratar de mantener el statu quo”, repasa.
En su opinión lo que se denominó como “reforma del estatuto”, acabó muy lejos de ese espíritu de cambio o transformación. “Uno de los principales ejes por los que estábamos pidiendo la reforma del estatuto de la UNA era la paridad en los órganos de gobierno. Y paridad era que cada estamento, siendo estudiantes, egresados y docentes escalafonados, tenga las mismas cantidades de integrantes en cada uno de los estamentos. Eso no se logró y creo que hubo un retroceso inclusive en la conformación de los órganos de gobierno”, recalca Adriana.
Por lo que, como bien comprende, se torna cuesta arriba lidiar con los escalafonados que forman parte de un círculo con ciertos intereses y hacen mayoría por sí solos. “Y cuando uno tiene que entrar a negociar sumarios o denuncias, medio que no tiene mucho sentido tampoco si de entrada sabés que vas a perder”, analiza.
A su criterio, esta disparidad en la composición de los órganos de gobierno de la mayor y más antigua casa de estudios del país “es un factor que influye” en la posterior impunidad de los casos denunciados o por denunciar.
En Ciencias Médicas, por citar, los hermanos Ibarrola –señala– volvieron, aunque siguen sumariados. “Estar apartados del cargo y estar sumariados no son cosas que van de la mano necesariamente. En el caso de ellos, se les permitió retornar a sus actividades laborales y otros sumariados salieron por otras vías del proceso sumarial”, separó.
Y todo esto tiene lugar en un contexto de cansancio del estudiantado que es “innegable y legítimo”. Para ella, además, las autoridades supieron cómo superar las circunstancias adversas. “Ellos obviamente se adaptaron para sobrevivir. Y llega un punto en que ya están bien camuflados y te quieren etiquetar como paranoico o algo así”, concluye.