Según documentos revelados por la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad), Marset pagó USD 10.000 para vestir la camiseta número 10 del club y jugar partidos amistosos. Lo hizo en 2021, cuando el equipo militaba en la División Intermedia, lejos de los focos mediáticos de la Primera. Esa inversión no respondía a méritos deportivos, sino a una maniobra de legitimación personal y encubrimiento.
En su entorno, se lo veía como un “futbolista extranjero excéntrico”. En los entrenamientos llegaba en un Lamborghini lo que generaba asombro entre jugadores y vecinos del club. Su estilo de vida contrastaba con el perfil humilde de la mayoría de sus compañeros de equipo.
El vínculo clave con el poder político fue Erico Galeano Segovia, actual senador de Honor Colorado y ex presidente y fundador del Club Deportivo Capiatá. La carrera política de Erico comenzó, precisamente, desde su rol como dirigente deportivo. Fue durante su presidencia que el club vivió su etapa de mayor crecimiento, incluyendo su histórica participación en la Copa Sudamericana en 2016.
club Capiatá y Erico. Galeano construyó su base de poder combinando liderazgo en el deporte y relaciones con la política. Convirtió al club en una plataforma de visibilidad, influencia y articulación territorial, particularmente en el Departamento Central, donde fue electo diputado y luego senador.
Bajo su gestión, el club Capiatá se posicionó como un equipo competitivo, pero también como un espacio con bajo control institucional, según sostienen fuentes fiscales. Esto lo habría convertido en terreno fértil para operaciones opacas o no auditadas, como la incorporación de Marset.
Según el fiscal Osmar Legal, Galeano mantenía conexiones directas con la estructura criminal de Sebastián Marset y Miguel Insfrán, alias Tío Rico.
Además, se lo vincula al entorno del ex presidente Horacio Cartes, lo que alimenta las sospechas de una red de protección política de alto nivel.
La presencia de Marset no fue auditada ni cuestionada, y según informes, fue aceptada sin mayores objeciones.
El uruguayo no utilizó el fútbol como sponsor silencioso, (aunque algunas de sus marcas sí aparecieron como auspiciantes) sino que se puso él mismo en primer plano, protagonizando la historia.
El modelo Marset revela una nueva fase del narcotráfico: una infiltración activa, visible y hasta socialmente tolerada.
En este modelo, el narco ya no solo financia el fútbol sino que ahora también juega, dirige y lo usa como blindaje.
En Bolivia, Marset replicó el esquema dirigiendo su propio club en Santa Cruz de la Sierra, usando el fútbol como pantalla para operar libremente mientras era buscado por la justicia internacional.
El club se defendió. En medio de la explosión de acusaciones sobre narcotráfico contra Sebastián Marset, en el 2022, directivos del Club Capiatá salieron al paso.
El vicepresidente del Club Deportivo Capiatá, Óscar Barreto, convocó una conferencia de prensa para deslindar responsabilidades institucionales: “No tenemos absolutamente nada que esconder. Estamos tranquilos a nivel institucional”, afirmó.
Barreto detalló que Marset fichó el 16 de abril de 2021 y jugó seis partidos hasta el 29 de mayo, cuando disputó su último encuentro. Aseguró que los balances de 2020 y 2021 no reflejan ingresos fuera del presupuesto y que jamás recibieron dinero de fuentes externas.
“El club nunca fue gerenciado. Nos ponemos a disposición del Ministerio Público”, remarcó, agregando que desconocían los antecedentes del jugador. También se desmarcaron de la figura del senador Erico Galeano, a pesar de los conocidos nexos de éste con el Club.
historia con Paraguay. La relación de Marset con Paraguay no se limitó a su paso por el fútbol y no inició desde allí, pero sí encontró un espacio en el que pudo reposar su figura.
Según consta en la carpeta fiscal del Operativo A Ultranza, el narcotraficante uruguayo ingresó por primera vez al país el 15 de mayo de 2018, y volvió a salir el 27 del mismo mes, utilizando su identidad verdadera.
En ese corto lapso, Marset ya analizaba cómo instalarse en Paraguay para operar el tráfico internacional de drogas y canalizar en el sistema financiero local el dinero ilícito que acumuló desde su condena en 2013 en Uruguay, durante la “Operación Halcón”. Marset estuvo preso en Uruguay de 2013 a 2018, inmediatamente después de su liberación se registra su primer ingreso a Paraguay.
Además, fue vinculado en el caso Wayra, donde se le sindicó como destinatario de una carga de 450 kilos de marihuana transportada por el piloto paraguayo Juan Viveros Cartes, detenido con una aeronave matrícula ZP-TMF.
En 2019, reingresó al país con un pasaporte boliviano presuntamente falso, a nombre de Gabriel de Souza Beumer. Poco después, se radicó definitivamente en Paraguay con su esposa e hijos, utilizando nuevamente su verdadera identidad. Para justificar su estilo de vida, se mostró como empresario del rubro artístico, usando medios informales para forjar una imagen lícita.
Una vez instalado, Marset articuló una red criminal propia, uniendo sus organizaciones de Paraguay, Bolivia y otros países productores de cocaína.
La droga ingresaba por pistas clandestinas en el Chaco, era transportada por avionetas, almacenada cerca de Asunción y luego remitida a Europa y África en contenedores disfrazados como carga legal. El dinero regresaba vía casas de cambio y era blanqueado en bienes, empresas, inmuebles y cuentas a nombre de terceros.
Esta estructura, investigada por operativo A Ultranza Py, salpicó al senador Erico Galeano y por el cual debe enfrentar un juicio oral y público por supuesto lavado de dinero y asociación criminal.