09 ago. 2025

“Cuando termine la guerra, volveré a sentirme parte de la humanidad”

En medio de los escombros, la guerra y la pérdida, Bassel hace su trabajo: Informar. Su historia es la de miles en Gaza y también es la realidad de un padre que resiste con la palabra y por amor a su familia.

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Bassel Khairuddin

Era lunes. Me encontraba creando contenidos sobre un evento de ciclistas en el sur de Francia. Al revisar mis mensajes privados en Instagram, me apareció el suyo, ocultó en la sección de invitaciones. Hasta entonces, no había notado que, entre mis modestos 400 seguidores, me seguía un periodista palestino. El mensaje, escrito en inglés, incluía un enlace a GoFundMe con un pedido de ayuda para un niño enfermo en Gaza. Estuve a punto de ignorarlo, como tantas veces con perfiles que parecen falsos. Pero esta vez fue diferente. Le escribí y le pedí que me contara más.

–¿Háblanos de vos y tu familia?

–Soy periodista y académico en la Franja de Gaza. Crecí en una familia modesta de seis personas. Mi padre es obrero de la construcción y mi madre era ama de casa. Mi madre falleció hace algunos años a causa de una enfermedad grave. No tuvo la oportunidad de recibir tratamiento ni de salir de la Franja de Gaza. Mi padre es un hombre mayor que sufre de enfermedades cardiacas, diabetes e hipertensión. Deseo que conserve su salud el mayor tiempo posible.

–¿Cuáles eran tus sueños cuando eras un niño?

–Cuando era niño, soñaba con ser futbolista y tener mi propio coche. Amaba los autos, aunque mi padre no tenía recursos ni para comprar uno de segunda mano.

–¿Qué recuerdas de tu infancia?

–Soy el mayor de mis hermanos y destacaba en mi infancia. Estudié en las escuelas de la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), en el campo de refugiados de Shati, al oeste de la ciudad de Gaza. Destacaba en los estudios, especialmente en ciencias naturales. La escuela y la UNRWA me premiaron más de una vez en primaria y secundaria. Me encantaba mi profesor de matemáticas, recuerdo bien su nombre, era el profesor Imad, que me animaba mucho y creía en mí y en mis capacidades. Me encanta la educación y busco la excelencia en ella. En la escuela hablaba bien, por lo que me eligieron para ser responsable de la radio escolar durante varios años. Difundía contenidos en todos los cursos y niveles, ganándome plenamente la confianza de la dirección de la escuela. En el Instituto, me desenvolvía con fluidez en la radio escolar. Me apodaron “el periodista del colegio”, y eso me hacía muy feliz.

–¿Cómo era la vida estudiantil antes del conflicto?

–En la universidad, elegí estudiar periodismo por amor y pasión a esta profesión. Estudié en el departamento de radio y televisión de la Universidad de Al-Aqsa, y destacaba mucho. Trabajé en una emisora de radio local, pero por motivos económicos y debido a la pobreza de mis padres, no pude terminar mis estudios. Dejé de estudiar durante varios años y trabajé en varios campos para ayudar a mi padre a mantener a la familia y sufragar los gastos del hogar. Después de años, decidí volver a estudiar con gran entusiasmo y con una pasión que aumentaba cada día, así que terminé todos los cursos en un tiempo récord y me gradué en la universidad. Solo dos días después, me presenté al máster en Periodismo y aprobé los exámenes con excelentes calificaciones. En dos años consecutivos, terminé el máster y me gradué con la mejor nota de mi promoción. Mi tesis de máster versaba sobre los canales de televisión y fue muy bien recibida por los supervisores, que la valoraron muy positivamente. Al mismo tiempo, estudiaba un máster y trabajaba en instituciones locales. En 2018, gané un premio de la Fundación Casa de la Prensa Palestina en la categoría de mejor reportaje radiofónico. Fui el primero entre 137 periodistas que se presentaron al premio. Trabajé como locutor de noticias y presentador de programas durante ocho años en emisoras de radio y canales de televisión locales, y luego me convertí en corresponsal periodístico para canales internacionales y regionales durante la operación militar israelí en Gaza en 2021, y sigo trabajando en ello hasta ahora.

–Sin guerra, ¿qué tipo de periodismo harías?

–Si no hubiera guerras ni genocidios israelíes contra nosotros, sería un experto en periodismo deportivo y humanitario. Me encanta y sigo las noticias deportivas, concretamente soy seguidor del Barcelona español y también me gusta estar cerca de las personas y sus causas, estén donde estén.

–¿Qué significa para ti ser periodista en tiempos de guerra?

–Ser periodista en tiempos de guerra significa estar tenso todo el tiempo, desplazarse de un acontecimiento a otro y arriesgar la vida solo para transmitir la verdad. Estar lejos de la familia y los hijos durante la guerra es una carga pesada tanto para el periodista como para la familia, ya que necesitan que la cabeza de familia sea una fuente de seguridad y amor en los momentos difíciles que están viviendo, pero esta profesión tan difícil nos aleja de nuestros seres queridos y nos exige mucho esfuerzo. Al comienzo de la guerra de exterminio contra Gaza en 2023, mi esposa intentó impedirme ir a trabajar debido al peligro, y mis tres hijos también lo intentaron, pero los convencí de que intentaría tomar todas las medidas de seguridad posibles y que estaría bien por ellos. Trabajé en condiciones muy duras, mi familia se desplazó más de 13 veces y yo más de 9. Entre mi familia y yo se interponía una barrera militar israelí llamada “Eje Netzarim”. Yo estaba en el norte de Gaza y mi familia en el sur. Seguí transmitiendo el mensaje de las personas sitiadas en el norte de Gaza, que estaban sufriendo un genocidio sin precedentes a manos de la ocupación israelí. Me puse mi chaqueta de periodista y, acompañado de mi hermano Mumin, fotógrafo, fui a reportear sobre la hambruna en febrero de 2024 y entonces fui blanco de un ataque israelí que casi nos cuesta la vida a los dos. Dos meses antes, los aviones de combate israelíes bombardearon mi casa y mataron a 23 personas que se encontraban dentro, entre ellas mi hermano y mi tío. Por suerte, yo estaba fuera de casa, en ese momento. Fueron los momentos más duros y difíciles de mi vida. Pasaron cuatro meses hasta que pude sacar el cadáver de mi hermano y el de otras personas de debajo de los escombros para darles un entierro digno. Todos los días buscaba entre los escombros a alguien que pudiera estar vivo, pero todos habían muerto en el bombardeo y sus cadáveres estaban cubiertos por seis capas de hormigón y cemento armado. La guerra israelí me impidió completar mis estudios de doctorado. Estaba trabajando en una investigación académica sobre los medios digitales que utilizan los canales de televisión árabes, pero por desgracia, perdí mi ordenador portátil, en el que tenía todo el material de la investigación, debido al bombardeo y la destrucción de mi casa.

–Háblanos de tu familia, ¿cómo logran mantenerse a salvo?

–Mi esposa Amani, mis tres hijos y yo vivimos ahora en un centro de acogida y en tiendas de campaña con una superficie que no supera los 16 metros cuadrados. Nuestras condiciones son muy difíciles, sobre todo por la falta de privacidad, el bullicio que nos rodea y el caos general. Me casé en 2013 con mi novia, con la que viví una bonita historia de amor que sigue floreciendo. Tuvimos tres hijos: El primero es un niño llamado Islam, la segunda es una niña llamada Suwar y el tercero es un niño llamado Taym, que tiene necesidades especiales, padece síndrome de Down y está completamente sordo. Los cinco vivimos con amor y afecto y luchamos para salir de esta crisis y estar bien. La guerra contra Gaza ha cambiado por completo nuestra concepción de la vida y los recuerdos de nuestro hogar siguen grabados en nuestra memoria. Cada día, mi hija Suwar me recuerda su cama, sus juguetes y sus cosas personales, que perdió cuando bombardearon la casa. Es un gran dolor en nuestros corazones. Todos los recuerdos se han destruido. Las paredes de la casa eran testigos de nuestra felicidad y nuestras risas, pero hoy no son más que escombros... Me duele el corazón. Mi hijo Tim debía someterse a una operación de implante coclear para poder oír los sonidos que le rodeaban. La operación estaba prevista para noviembre, pero la guerra comenzó en octubre de 2023 y la ocupación destruyó el hospital qatarí que se había preparado para realizarla, con lo que se desvaneció la gran esperanza que teníamos de que mi hijo recibiera tratamiento y recuperara la audición de forma natural. Fue un revés mayor de lo que podíamos soportar.

–Cuando todo este conflicto termine, ¿qué es lo primero que harías?

–Cuando termine la guerra, haré muchas cosas. Primero abrazaré a mis hijos y lloraré, lloraré mucho porque no tuve tiempo para llorar por la opresión, la tristeza y el hambre... Visitaré la tumba de mi hermano, que murió cuando bombardearon mi casa y la tumba de mi madre, y les contaré todo. Intentaré proporcionar toda la comida que puedan necesitar mis hijos y compensarles por todo lo que les he privado. Buscaré tratamiento para mi hijo Tim y le proporcionaré los medios para vivir como el resto de los seres humanos. Y reconstruiré mi vida. Quizás, no pueda construir mi casa o comprar otra por falta de dinero, pero trabajaré para completar mi doctorado y empezar de nuevo con la investigación científica, académica y de otro tipo. Jugaré, reiré y trabajaré duro para expulsar de mi memoria todas las pesadillas y el dolor de la guerra. Solo entonces, me sentiré parte de la humanidad y viviré como un ser humano.

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Ruinas. Gaza enfrenta un panorama desolador por el conflicto bélico.

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