Para el año 2023, los diferentes organismos internacionales —como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional— prevén que se mantengan las condiciones del escenario internacional actual, aunque con una reducción del impacto negativo.
La guerra entre Rusia y Ucrania seguirá teniendo efectos en los precios internacionales de alimentos. Si bien Paraguay es exportador de productos agropecuarios y se beneficiará con el aumento de los precios, también es cierto que esta ventaja se perderá en parte con la importación de insumos cuyos costos serán más elevados e incluso con el aumento de los costos internos.
La soja, por ejemplo, es una materia prima para la elaboración de alimentos balanceados para animales, cuyo aumento de costos se traslada a otras cadenas alimenticias de productos básicos de la canasta familiar. Una situación similar ocurre con el trigo, componente principal de una serie de rubros industrializados y consumidos en el país.
La inflación deteriora el nivel adquisitivo de las familias y afecta a los costos de la industria nacional, a lo que se agregan los efectos de la política monetaria restrictiva que Paraguay y el mundo están implementando para contener este fenómeno.
El precio de la energía seguirá ejerciendo presiones sobre la inflación, así como en el sector real. La posible continuidad del Covid-19 continuará ralentizando las economías nacionales, especialmente la China, persistiendo los problemas en las cadenas logísticas. Este cuello de botella obstaculiza que el crecimiento retome una trayectoria positiva en la mayoría de los países del mundo.
No se puede dejar de lado el factor climático. América Latina es una de las regiones más afectadas por la crisis climática; por lo tanto, es altamente vulnerable a las sequías, olas de calor y otros fenómenos.
En el ámbito político afectarán el malestar social, cada vez más evidente en los diferentes países de la región, así como las elecciones en la región y en Paraguay. Estas variables tienen efectos negativos o positivos, por lo que no deben perderse de vista. A nivel nacional, el pesimismo en torno a la recuperación económica y las expectativas inflacionarias de los consumidores pueden generar conductas que no contribuyen al crecimiento.
Finalmente es necesario señalar que aun en el caso en que el PIB aumente, no hay garantía de que mejoren las condiciones del mercado laboral ni se traduzca en una fuente genuina de ingresos para financiar las políticas que requiere la recuperación y pagar la deuda, uno de los factores que introducen vulnerabilidad a la macroeconomía interna.
No hay que olvidar que Paraguay tiene grandes desafíos en cobertura y calidad de las políticas públicas. Las políticas de desarrollo productivo son casi inexistentes, mientras que se requiere implementar el seguro agroclimático para garantizar la producción de alimentos dirigidos a las familias y la oferta suficiente para ralentizar la inflación.
Paraguay necesita fortalecer su institucionalidad económica pública. Los funcionarios públicos deben ser capaces de leer la información de lo que está pasando en Paraguay y el mundo, y diseñar políticas acordes con los objetivos que se plantean.
La capacidad que tenga el país para anticiparse a los problemas y proponer soluciones dependerá de qué tan comprometidos están las autoridades y los funcionarios en lograr una mayor resiliencia, superando las visiones convencionales, simplistas y basadas en supuestos anteriores a la pandemia.