Qué notable, uno de los temas recurrentes, de moda desde hace tiempo cuando se intenta hacer política o se procura anga dar la talla ante la “opinión publicada”, claro, aunque sin llegar siempre a convencer a la opinión pública real, de la gente de a pie, es el de las promesas de control total: control de los mosquitos, control de la droga, control de la violencia, incluso se habla de controlar el suicidio desde las leyes (lo propuso hace poco un legislador acá) y todo lo que dé para cargar al tope el costal burocrático del viejo y encorvadito Estado lo más posible y el bolsillo de sus eficientes expertos... Control de la natalidad es un término que también se puso de moda en la política hace décadas (hoy se prefieren los términos salud y derecho reproductivos), sobre todo entre ciertos poderosos capitalistas que, por razones varias, simplemente dejaron de creer en el libre mercado y se obsesionaron con el tema del control poblacional global como medio de bienestar financiero grupal. Claro, ellos le llaman filantropía, porque han invertido en ello sus enormes ratos libres y su abundante dinero, interesando y beneficiando a sus grupos de poder. ¿Poder? Ah, sí, para eso entraron en la política global desde el interesante perfil de la ingeniería sociocultural. Diseñan, ponen en marcha y monitorean sus inversiones filantrópicas en el mundo desde hace décadas. Hace poco murió uno de estos filántropos, de apellido Rockefeller, cuya familia se jacta de su fuerte vinculación con la ONU (desde la donación del terreno de la sede en Nueva York a la creación del Fondo de Población, “la principal institución internacional en programas de salud reproductiva, fundamentalmente de control de la natalidad”, según su propio perfil). Así, que se acepte el aborto como un derecho de la mujer, cambiando la mentalidad y los valores de las sociedades más brillantemente conservadoras y diversas del mundo, es visto por ellos como una verdadera victoria de su fraternidad. Se les han unido otros “filántropos” como el húngaro Soros que también es un experto en inversiones de este tipo (solo ver el caso de Irlanda y la influencia de la Fundación de Soros para la legalización del aborto). Al principio, la izquierda les molestaba con su cuestionamiento al capitalismo que ellos representaban, pero cuando cayó el experimento de control social marxista de la Unión Soviética, en los años noventa estos mandones de guante blanco terminaron negociando con sus antiguos contrincantes y varios terminaron siendo empleados para diseminar sus recetas antinatalistas con el método del marxismo cultural. Una de las convencidas seguidoras y adelantadas de esta neofilantropía antinatalista fue Margaret Sanger, fundadora de la empresa abortista multinacional más grande del mundo (IPPF), la cual ha influido mucho desde sus sucursales latinoamericanas en las políticas de salud pública (ver como ejemplo el Plan Nacional de Salud Sexual y Reproductiva de Paraguay).
Hablo de ellos hoy porque vi su triste y monotemática receta universal aplicarse al pie de la letra una vez más en la Argentina, cuyos diputados dieron media sanción ayer a una ley de aborto. El propio Macri parece forzado por su necesidad de continuismo a pisar su palabra y accionar ahora las teclas en favor de la sistematización del asesinato masivo de niños argentinos por nacer para dar el gusto a quienes califican su nivel de adhesión a la filantropía universal para otorgarle créditos. La sociedad argentina se manifestó en contra y a favor, pero es indiscutible que, mientras la opinión publicada les fue tendenciosamente favorable durante todo el proceso de implantación de las ideas políticamente correctas del neofilantropismo deshumanizante, la opinión pública de la gente de a pie se le opuso tenaz y multitudinariamente. Aun así, ganó por poco margen el discurso ideológico que da la espalda a la ciencia, la razón, el sentido común y la fe de los ciudadanos. Han instalado por poco su lógica de poder; pero, ojo, todavía se puede derribar con una receta menos publicitada pero temible llamada libertad de conciencia personal.