Xi y Tsai pronunciaron sendos discursos este fin de semana con el trasfondo de los homenajes de la Revolución de Xinhai (1911), celebrada en ambos territorios por su papel clave a la hora de poner fin a siglos de poder dinástico en China y por la posterior creación de la República de China, que en la actualidad sigue siendo el nombre oficial de Taiwán.
La isla se gobierna de manera autónoma desde que los nacionalistas del Kuomintang (KMT) se replegaran allí en 1949 tras perder la guerra civil contra los comunistas y continuaran con el régimen de la República de China, que culminó con la transición a la democracia en los 90; desde entonces, han tomado fuerza las voces que reclaman declarar la independencia de Taiwán como Estado soberano.
Presión económica. En lugar de lanzar una campaña militar en Taiwán, China primero intentará obligar a capitular utilizando estrategias económicas. China ya posee una importante influencia económica sobre Taiwán y podría recurrir fácilmente a sanciones o a desestabilizar el mercado. La comunidad internacional y Taiwán no tienen la capacidad para defenderse contra esas acciones.
Históricamente, Taiwán intentó limitar sus relaciones con China para evitar una dependencia económica excesiva. Sin embargo, lo opuesto ha ocurrido. En el lapso de una sola generación, la economía de Taiwán pasó de prácticamente no tener ningún vínculo con China a depender significativamente del comercio y las inversiones con el gigante asiático. El deseo de aprovechar el auge económico de China y crear mejoras económicas similares en Taiwán hizo que la relación económica entre ambos países se convirtiera en una cuestión de interdependencia asimétrica, lo que significa que Taiwán depende más de China económicamente que lo que China depende de Taiwán. A medida que los vínculos económicos entre los dos países se profundicen, el potencial económico de Pekín podría resultar en un control abrumador e irrefutable sobre la isla.
Imponer sanciones. Las medidas económicas probablemente servirían para aislar a Taiwán a nivel internacional. Si China impusiera sanciones, manipulara los mercados de Taiwán o emprendiera otras formas de coacción económica, Taiwán pediría a la comunidad internacional que saliera en su defensa. Sin embargo, determinar una respuesta a tal situación resultaría difícil para otros países. Responder militarmente a una agresión económica es posible, pero no necesariamente acertado, y probablemente daría lugar a un prolongado conflicto militar con China. Del mismo modo, otros países podrían aplicar sus propias sanciones contra China, pero pondrían en riesgo sus propias economías. Si Taiwán pidiera ayuda y ningún país acudiera, o si otros países no pudieran aliviar la situación económica, la isla se encontraría en una posición desesperada y, por lo tanto, estaría más dispuesta a negociar con China para frenar la probable crisis económica.
Si bien China tiene la capacidad para librar una campaña militar contra Taiwán, sus normas culturales en contra del conflicto, el deseo de estabilidad internacional y la falta de un éxito militar garantizado hacen improbable una anexión forzada. En cambio, cabe esperar que Pekín utilice su influencia económica sobre Taiwán para desestabilizar los mercados y aplicar sanciones en un esfuerzo por obligar a la isla a ceder en aras de su supervivencia económica. Por lo tanto, los observadores de China, encargados de vigilar el país en busca de indicios de cualquier amenaza contra la soberanía de Taiwán, deben ser conscientes de la probabilidad de que el principal ataque inicial no vendrá del mar o del aire, sino más bien de medios financieros indirectos.
EEUU actor clave. El aumento de las tensiones en torno a Taiwán es un tema cada vez más importante para los principales actores internacionales por sus posibles consecuencias geopolíticas, algo sobre lo que Tsai celebró hoy que “cada vez más amigos democráticos están dispuestos a alzarse en favor” de Taipéi, destacando la buena tendencia de las relaciones con Japón, la Unión Europea o Estados Unidos. “En Washington, Tokio, Canberra y Bruselas, Taiwán ya no está al margen”, indicó.
Precisamente el papel de EEUU es clave, ya que Washington está comprometido por ley -desde 1979, con el Acta de Relaciones con Taiwán- a ayudar en la defensa de la isla y a suministrar equipos bélicos, un compromiso que ha generado numerosas fricciones entre Pekín y el país norteamericano.
Esta última semana surgieron informaciones que apuntaban a la presencia de militares estadounidenses en Taiwán para entrenar a las tropas locales, mientras la CIA creaba un centro especializado en China, país que ya considera “la amenaza geopolítica más importante” que EEUU afronta en el siglo XXI.