25 abr. 2024

Campesina y militante

Lida Duarte – @lidaduarte

La desigualdad por razones de género afecta tanto a zonas urbanas como rurales, pero en el segundo caso la falta de acceso a servicios es más preocupante porque la primera barrera es el acceso de la población a la información sobre sus derechos.

Es ahí donde aparecen las organizaciones campesinas, cuyos miembros se interpelan acerca de la importancia de su rol en la sociedad como productores de alimentos y la contradicción de la pobreza.

En este difícil contexto, las mujeres rurales marchan, gritan, exigen y deciden.

Dirigentes como Dora Flecha y Teodolina Villalba enfrentan luchas desde la época de la dictadura stronista, pero además de las reivindicaciones del campesinado en general, había otro tema a debatir: La mujer y la militancia.

Así se creó el Frente de la Mujer en el Partido Paraguay Pyahurã (PPP) en la década de 1990 y hoy podemos ver que cuando ellas se manifiestan, sus compañeros cuidan las mochilas y se encargan de la olla popular para recargar las energías al mediodía.

¿Y los niños? Si no acompañan a sus madres, quedan en el campo con sus padres o en la guardería. Sí, además hay un espacio comunitario de cuidado para que las mujeres puedan militar sin preocupaciones.

¿Y las madres solteras? Ser militante tiene sus costos, si el hombre no acepta sus horas de dedicación al trabajo colectivo, marcharse de la casa es una opción. Ella no queda sola, todos los días llegan compañeros y compañeras para ayudar, especialmente en la chacra.

De acuerdo a los análisis que aparecen en el libro Usos del tiempo y desigualdades en Paraguay, la participación de las mujeres en las actividades agropecuarias fue aumentando en los últimos años, probablemente por la migración de los jóvenes a las ciudades o por los trabajos extraprediales que deben realizar para aportar ingresos a sus hogares.

Las mujeres además de cuidar de la huerta y los animales, se hacen cargo de las tareas domésticas como la cocción de alimentos y cuidado de los hijos. Los esposos se encargan de los rubros de renta.

Las mujeres del PPP saben sobre estas condiciones, la viven. Y cuando aparece otro problema que les impide desarrollarse interviene “La Brigada”.

Primero actúa el Frente de la Mujer haciendo un trabajo casa por casa, generando conciencia sobre la igualdad entre el hombre y la mujer. A su paso también hay silbidos de rechazo y burla, pero hay que avanzar.

La Brigada se activa cuando hay denuncias, entre ellas sobre violencia hacia la mujer. En estos casos, dependiendo de la gravedad se consensúan medidas a tomar, se vigila y también se castiga. Entre las sanciones figuran la denuncia penal y expulsión de la organización. En este proceso hay casos en que los infractores abandonan el movimiento para evitar el juzgamiento.

El Frente de la Mujer reconoce que si bien hay avances, el machismo en el campo continúa, porque una cosa es el discurso de los hombres que reconocen la igualdad y otra, sus prácticas.

La lección del PPP es que hay que hacer algo al respecto, las mujeres deben ocupar espacios de poder en sus organizaciones y ese poder nadie cede, se conquista, con la lucha y codo a codo.

A partir de estas experiencias podemos debatir, encontrar peros y proponer cambios. Lo innegable es el avance del PPP y su aporte empírico a las teorías de género y viceversa.

Investigadoras como Line Bareiro, Marielle Palau, Sarah Cerna y Liliana Rocío Duarte, entre otras académicas encaran estos problemas sociales reconociendo las diferentes corrientes de feminismos y sus aportes al conocimiento científico son importantes para analizar a la mujer y la desigualdad que enfrentan desde la Epistemología, haciendo frente al dogmatismo de grupos antiderechos.

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