Son los mismos que producen, estudian, se maravillan de los éxitos de los demás y creen en un país diferente, donde tener derecho a una salud universal sea posible. Donde robar dos mil millones de dólares al año sea tan escandaloso que quienes lo perpetran de vergüenza tendrían que lavar sus nombres de la ignominia por generaciones.
Bendito ese país que le tiraron en cuarentena para robar mejor o para evitar que sus gritos destemplados molesten el sueño de los ladrones de siempre. Bendita esta tierra de gente noble, paciente y afectiva a la que le mintieron con los colores de unos partidos, cuyo único propósito fue distraerlos para que el robo sea más efectivo. Benditos los que tienen sed y hambre de justicia y que deambulan por los tribunales llenos de muertos en vida que le temen tanto a sus patrones políticos que han terminado por entronizar la impunidad. Benditas las familias cuyos miembros se unen y trabajan juntos en valores compartidos sobreponiéndose a la decadente perspectiva que una realidad social ha normalizado. Bendita esta tierra ubérrima tan explotada por cultivadores avariciosos y criminales que la han llenado de agrotóxicos y empujado a millones a vivir en la marginalidad de nuestras ciudades. Benditos los que tienen conciencia de saberse destinados a un mejor país que el que tenemos. Aquellos que creen que dignidad y Paraguay van de la mano y que no todo está perdido.
Benditos aquellos que no quieren vivir más de rodillas, humillados por los corruptos o acobardados por una realidad que le han convencido de que es la única posible y que no puede ser cambiada. Bendito el artesano, el pensador, el maestro, el artista, el agricultor, el médico genuino y el enfermero entregado. Bendito el servidor del Estado, que no cree que ese es un feudo al servicio de un partido con patente de corso para construir millonarios a su paso. Bendito este país, el nuestro que tiene fe, que resiste, que no es indolente y que está dispuesto a su gran épica, la más grande desde el final de la Guerra Grande: recuperar su dignidad. Volver a valorar sus mejores virtudes, donde ser honesto no sea igual a ser un vyro (tonto) y en donde robar la cosa pública sea tan pestilente como convivir con materia fecal.
Podemos volver a ser lo que fuimos. Hay millones de ejemplos lejanos y cercanos. Esos benditos cotidianos hacen que esta patria tenga futuro. Vacunémosnos de los sinvergüenzas y no admiremos más su éxito de oropel y su riqueza malhabida. Bendito Paraguay…, vuelve pronto a ser lo que siempre quisiste ser.