En Birmania, el derrumbe de casas, edificios, puentes o centros religiosos hace temer un número de víctimas aún mayor, en un país muy afectado por un conflicto interno que empezó con el golpe de Estado de 2021.
El temblor fue muy intenso porque ocurrió a poca profundidad y se sintió con fuerza a 1.000 kilómetros del epicentro, en Bangkok, la capital de Tailandia.
En Birmania, el último balance oficial es de 1.644 fallecidos y 3.408 heridos, informó ayer la junta militar, la mayoría en la ciudad de Mandalay y las zonas aledañas.
En esta ciudad de más de 1,7 millones de habitantes más de 90 personas podrían estar atrapadas entre las ruinas de un edificio residencial de doce pisos, según la Cruz Roja.
La junta también indicó ayer que más de 2.600 edificios han colapsado, incluidos colegios, viviendas y pagodas del país de mayoría budista. Periodistas de AFP vieron una pagoda centenaria reducida a escombros. “Empezó a temblar y luego las cosas se pusieron serias”, dijo un soldado. “Nunca había vivido algo así”, aseguró.
Cerca del aeropuerto de Mandalay, cerrado, los agentes de seguridad impedían la entrada. “El techo se derrumbó, pero nadie resultó herido”, explicaron.
El cierre del aeropuerto podría complicar las operaciones de rescate en un país donde la guerra ha diezmado el sistema de salud y donde los militares en el poder están aislados del resto del mundo.
Dantesco. Desde Mandalay, la segunda ciudad más grande del país con 1,5 millones de habitantes, un trabajador de un grupo de rescate local contó a EFE la dificultad de las tareas y ofreció detalles sobre el devastador impacto del temblor. “Llevamos más gente al cementerio que al hospital”, afirmó.
“Nuestros equipos –añadió– básicamente se dedican a sacar cuerpos sin vida de los escombros (...). Hoy solo uno de ellos ha recuperado 30 cadáveres”.
La junta golpista advirtió ayer que la cifra de fallecidos puede aumentar, con el estado de emergencia declarado en seis regiones: Sagaing, Mandalay, Magway, Shan, Naipyidó y Bago.
SEMIANARQUÍA. La región de Sagaing, donde tuvo lugar el epicentro, es uno de los feudos rebeldes más importantes, con guerrillas de minorías étnicas y las fuerzas populares de defensa (PDF, siglas en inglés), formadas sobre todo por jóvenes civiles tras la asonada, ganando territorio a los militares en los últimos años.
El conflicto, la semianarquía –la junta no controla gran parte del país–, los cortes en las telecomunicaciones –el Ejército es acusado de dejar sin conexiones a las zonas rebeldes– y los daños a la infraestructura causados por el sismo dificultan los rescates y la distribución de ayuda.
El Movimiento de Desobediencia Civil, surgido tras un golpe que puso fin a una década de transición democrática y abocó al país al ostracismo internacional, alertó del aislamiento de zonas rebeldes en su cuenta de X.