Es el caso de José Zaván, quien acorralado por el vencimiento del plazo para su inscripción en Agronomía, de la Universidad Nacional de Asunción, tomó el vuelo de la Fuerza Aérea luego de que su madre intercediera para “merecer” el favor de la milicia. Desafortunadamente la aeronave se estrelló y ahora el joven lucha por su vida.
José no solo fue víctima de un accidente, sino de una violencia estructural, donde el Estado primero le negó el acceso a una educación terciaria en su comunidad y luego le dejó sin caminos para trasladarse a otras zonas del país.
Su madre tuvo que realizar un viaje de 14 horas de manera intermitente debido al estado calamitoso de la vía y con tramos sin señal que la mantenían por varios momentos sin información de la evolución de su hijo, internado en terapia intensiva.
No se trata de un caso aislado. A principios de enero se reportó el caso de una enfermera con Covid que debía trasladarse a Asunción para una mejor atención. El trayecto, vía fluvial y terrestre, incluyó el territorio brasileño, porque nuevamente los caminos de Paraguay eran inaccesibles, tuvo que hacer paradas en otro hospital y lamentablemente falleció apenas llegó al Hospital de Itauguá.
No hay un transporte público que garantice la comunicación entre Fuerte Olimpo y Asunción, la comunicación más rápida se da a través de un servicio privado de Transporte Aéreo Militar, que cuesta al pasajero más de G. 500.000 ida y vuelta. Es decir, el Estado además de privar a la población de Alto Paraguay de un camino de todo tiempo y un transporte público eficiente, les castiga con el cobro de un servicio que debería funcionar gratuitamente como compensación del abandono estatal.
Hablamos de un departamento con alrededor de 15.000 habitantes según el último censo poblacional, aunque junto con Boquerón ni siquiera integra las encuestas periódicas del Instituto Nacional de Estadística y por tanto no podemos conocer algunas particularidades de estos departamentos y de cómo responder a sus necesidades con políticas públicas adecuadas.
Las carencias se extienden a las comunidades indígenas como el caso de los Ishir de Bahía Negra, en el Pantanal Paraguayo, donde además mantienen una serie de reivindicaciones históricas.
Las autoridades auguran prosperidad en el Chaco, pensando en la producción ganadera y la adaptación de rubros agrícolas al suelo y clima chaqueño, mediante la incorporación de tecnología. Se trabaja en una gran infraestructura vial para enviar estos productos al mercado internacional, mientras que la población vulnerable sigue implorando al menos caminos accesibles para no volver a lanzarse nuevamente a precarias embarcaciones en busca de hospitales o escuelas.
Paraguay ni siquiera puede conectarse las 24 horas con Bolivia, el viaje por la Transchaco hasta Santa Cruz puede llevar varios días con campamentos nocturnos hasta que el clima mejore, lo mismo ocurre con los trabajadores informales de las estancias y albañiles que construyen palacios para hacendados que disponen de un par de avionetas, lo que demuestra nuevamente la desigualdad que impera en el país.
Estos problemas parecen ser ajenos a los que vivimos en la Región Oriental, sin embargo también se registran varias zonas vulnerables en cuanto a infraestructura vial y transporte público. En esta temporada electoral abundarán los tractores que abrirán caminos de tierra, pero que funcionarán como acceso solo hasta la próxima lluvia, mientras que soportaremos el descaro de las nuevas autoridades municipales por cinco años más.
