21 jun. 2025

Un trabajo para Mario

Se cuenta que los jinetes partos, al retirarse, tiraban una flecha, la más peligrosa. A diferencia de aquellos guerreros de la antigüedad, Samaniego no ha tirado una, sino más de una docena al irse. De todas esas flechas, voy a mencionar una: la autorización para construir unos quinientos mil metros cuadrados, que no sé cómo van a andar, y no soy el único. Los constructores ya se han quejado de que ellos levantan los edificios y la Municipalidad no les pone la infraestructura necesaria. Debería ser al revés: si no hay infraestructura, no se construye. Pero como construir hace ganar plata, nuestros “desarrolladores” prefieren construir a cualquier precio, dejándoles el clavo a los asuncenos.

A veces se los detiene, como en Molas López, donde las cloacas no daban abasto y quisieron levantar cinco edificios de altura en una manzana y les falló. Pero la ciudadanía no está tan organizada como la corrupción, que ha destruido una buena parte de la capital. ¿Qué importa que falten la electricidad y el agua, o que sobren aguas menores y mayores en las calles?

Tenemos compromisos asumidos con inversionistas extranjeros, dijo una arquitecta del equipo. Ese es el problema; no el hecho de ser extranjero en un país de inmigrantes, como el Paraguay. El problema es la especulación inmobiliaria a nivel internacional, que pone los precios por las nubes en todo el mundo, desde Paraguay hasta Canadá. En Asunción, los precios han aumentado ocho veces en seis años, haciendo imposible el acceso a la vivienda para muchos. Cuando nos quejamos, nos dicen que somos unos ignorantes, unos campesinos que deben irse a la campaña si no les gusta. Aquí se lo considera de una cuestión de progreso, de civilización, etc.

¿Qué dijo el entonces primer ministro de Canadá, Stephen Harper, el año pasado? Que resultaba absurdo que, para beneficiar a los especuladores, los canadienses no pudieran ser propietarios de una vivienda digna; que su Gobierno iba a tomar las medidas necesarias para cortar el abuso. Para David Cameron, el premier inglés, Londres no es el lugar para invertir dinero dudoso. No necesito explicar que son dos políticos conservadores y que nadie les objetó nada. Mario Ferreiro, si se manifiesta en contra del dinero dudoso invertido en inmuebles, corre el riesgo de ser tachado de estalinista.

Un amigo me admitió que había especulación inmobiliaria aquí, pero que no se la podía prohibir por ley. En realidad, se la puede prohibir y se la prohíbe en varios países, como en Singapur. En Singapur, el mayor propietario de tierra es el Estado, que maneja con mucha responsabilidad la cuestión de la vivienda y de la planificación urbana, para que cada hogar pueda ser propietario (digo hogar porque se favorece a las familias antes que a los solteros). También en Australia, donde no basta con tener el dinero para comprarse un inmueble, porque el asunto está sujeto al control gubernamental. Podría dar más ejemplos, si no bastara con estos para mostrar que un Gobierno puede y debe tomar medidas contra el deterioro urbano provocado por el afán de lucro.

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