El historial médico de Liz, la afección que sufría y sus padecimientos consecuentes, fueron portada de los medios de comunicación el año pasado. Pese al desconsuelo de penar por un corazón para seguir viviendo, la familia de la niña no perdió las esperanzas y finalmente el milagro obró. Recibió un trasplante de corazón, con lo cual volvía a sonreír y ver la vida de manera distinta.
Hoy, dentro de su infinita inocencia, Liz aspira a poder recuperarse enteramente y a poder ayudar a su abuela. “Cuando cumpla 18 me voy a ir a trabajar a Estados Unidos para ayudarle a mi abuela con los gastos”, comentó la menor a ÚLTIMAHORA.COM este jueves en una entrevista en el Hospital General Pediátrico Niños de Acosta Ñu.
Su abuela, Rufina Sosa (65), es quien está a cargo de su cuidado desde que salieron de su ciudad natal, Villarrica, para mudarse a dos cuadras del nosocomio, en Reducto, San Lorenzo.
“Sus padres son separados. Su papá está en Ciudad del Este y me envía todos los meses G. 200.000. Yo dejé de trabajar mucho tiempo para cuidarle a ella (Liz) y hace poco salgo otra vez a la calle a vender”, señaló Ña Rufina, que se dedica a la venta de remedios refrescantes casa por casa.
Comenta que con el dinero que gana solo le alcanza para comer y no puede ayudar a Liz a comprarse el ropero que tanto necesita o la computadora con la que tanto sueña.
Con una sonrisa que reflejaba el amor y la dedicación a su nieta, Rufina contó que Liz es muy aplicada en la escuela. Sus materias favoritas son Educación Física, que puede realizar sin problemas, y Matemáticas.
Rufina estuvo a cargo de Liz y su hermano desde chiquitos. Vivían en la capital del departamento de Guairá y aunque no tenían muchos lujos y la abuela ya los mantenía con lo que ganaba vendiendo yuyos, dejó todo allí cuando la niña enfermó y los médicos le indicaron que debía quedarse en el albergue.
La mujer dejó todo en el interior y se instaló en Central, aunque no esté muy a gusto manifestó que lo más importante es la salud de su nieta.
“No nos falta plata para los medicamentos, acá nos dan todo. Los controles son una vez por semana. Nos dieron también una casa a través de la Secretaría Nacional de la Vivienda y el Hábitat (Senavitat), pero también tenemos que comer”, explicó Sosa.
Todos los que quieran colaborar con la familia, pueden comunicarse al (0982) 372-241.