Por Saira Baruja
Cuando la madre decide luchar por forjar un futuro próspero con mejores oportunidades y condiciones de vida para sus hijos, las cosas casi siempre salen mejor de lo que esperaban. Pero cuando una madre soltera decide hacer todo y más de lo que está a su alcance por su única hija, el universo conspira para que la recompensa sea maravillosa.
Tomasa Figueredo (44) es una paraguaya, oriunda de Juan E. O’leary, de Alto Paraná, radicada en Argentina desde hace 21 años. Madre de Liz Fabiola Figueredo (25), estudiante de la carrera de Derecho en la Universidad de Buenos Aires (UBA), actualmente funcionaria de la Subsecretaría del Ministerio de Seguridad y Justicia del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires en el área Infracciones.
“Soy la mamá más orgullosa del mundo porque ella siempre dice que por mí hace todo”, manifestó contenta entre las charlas de cada noche desde que decidió contar su historia para los lectores de ÚLTIMAHORA.COM
Es mucama en un hotel en Buenos Aires desde hace siete años. Antes fue empleada doméstica. Al comienzo trabajó cama adentro y luego consiguió hacerlo por hora y administrar su tiempo. Con el dinero que logró juntar en los primeros años, le mandó construir una casa a sus abuelos.
Para viajar al vecino país, con mucho pesar pero pensando en ella, Tomasa tuvo que dejar a su hija de entonces 4 años con sus padres y abuelos. Cuando se radicó y decidió que finalmente no volvería a vivir a Paraguay la llevó al vecino país. Liz Fabiola ya tenía 14 años.
“Desde que decidí traerla a vivir conmigo vivo feliz”, expresó y recordó que sufría bastante por no poder verla porque durante los primeros cinco años que estuvo afuera, por cuestiones económicas, solo podía venir a Paraguay una vez al año.
Ser madre soltera y siendo tan joven no fue fácil. El primer enojo fue de sus padres, a quienes les costó mucho aceptar que su hija no les dio una nieta dentro de una familia legalmente constituida.
“Pero ahora que mi hija es grande le entiendo a mis padres, solo que yo le crié diferente, como para que ella sea capaz de tomar sus propias decisiones y siempre buscando su felicidad, que trabaje en lo que quiere y que sea libre”, manifestó.
El sueño de la casa propia
Y como todo sacrificio tiene su recompensa, era categórico que a la vida de esta paraguaya le esperan buenas cosas. Una de ellas, la segunda más importante (la primera es ver a su hija en la universidad a meses de recibirse de abogada), era tener su casa propia. “Nunca pensé que iba a tener una casa en un país ajeno”.
Compró el terreno hace siete años y hace cinco comenzó a edificar. Su “hermosa casa” como menciona Tomasa, está ubicada en la localidad de Longchamps, en la provincia de Buenos Aires, ubicada a 40 minutos de Gran Buenos Aires.
Sus ingresos los dividía en la manutención de su hija, el alquiler de una piecita en una villa donde vivió desde que llegó y fue invirtiendo en la construcción de su casa propia.
“Siempre que voy a Paraguay voy a visitar a la Virgen de Caacupé, para agradecer y pedir por mí y por mi familia, por mi hija”, contó y aseguró rotundamente que no planea volver al país y menos ahora que su compañera de vida está trabajando y terminando los estudios.
Pese a los miles de kilómetros que la separaban de su querido Paraguay, Tomasa no perdió contacto ni se apagó el amor que siente por los suyos. Siempre que pudo ayudó a sus parientes.
Para este mes de mayo quería que su madre y su abuela vayan a visitarla, pasar con estas el Día de la Madre y además que conozcan su hogar, pero por cuestiones logísticas no se pudo. No pierde la esperanza de concretar la visita en los próximos meses.
La distancia, la falta de estudios universitarios o el apoyo de los que más queremos no son excusas para quien quiere realmente salir adelante. Tomasa es solo un ejemplo de los miles de paraguayos en el exterior, quienes fueron en busca de oportunidades y un futuro mejor, pero en el corazón siguen llevando muy arriba la tricolor.